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Lo probamos: la primera clase de un avión

Comer y dormir a cuerpo de rey... a 30.000 pies de altura

Volamos en la ‘first class’ de Singapore Airlines desde Barcelona

Alfonso Simón Ruiz

Viajo en la first class de Singapore Airlines desde Barcelona, punto de origen de esta aerolínea en España. Vuelo hasta Singapur. Nunca antes había volado en primera clase. El resumen rápido de la experiencia: no da ninguna pereza hacer 11 horas de vuelo en estas condiciones. La versión larga: los detalles te conquistan. Lo malo será volver a la realidad de la clase turista.

El porqué realizar este viaje es simple. La primera clase (igual que la business, en su versión humilde) está enfocada a directivos que acuden a uno de los centros financieros claves en el mundo, además de hacerlo en una aerolínea premiada año tras año entre las mejores. Una diferencia inicial respecto al común de los mortales es el acceso preferente en el control del aeropuerto. En el de Changi (Singapur), se tiene derecho además a usar la sala SilverKris, con todo tipo de comodidades, baños y duchas privadas, y un bufé variado (que incluye sushi y comida oriental).

El avión que hace la ruta desde la capital catalana es un Boeing 777. Desde el primer momento que piso el avión todo son facilidades de la tripulación, siempre con una sonrisa. Un zumo de naranja recién exprimido alegra la llegada. Pero con la siguiente sugerencia difícilmente no te conquistan: “¿Langosta o caviar? ¿Champán Dom Pérignon o Krug?”.

La carta incluye canapés, aperitivos, sopas, ensaladas, carta de cafés o platos principales como turnedós de ternera, filete de merluza con salsa de ostras o gaeng ped moo (cerdo al curry rojo). George Blanc (tres estrellas Michelin en Vonnas, Francia) ha diseñado algunas de las opciones, como el pollo de Bresse con polenta. Cada plato llega con mimo en vajilla, servido en una mesa vestida con mantel y servilletas de Givenchy, a semejanza de cualquier restaurante de alta cocina. Esa es la principal diferencia con la business class.

El vuelo pasa de forma rápida, viendo estrenos de películas o alguna serie pendiente, disfrutando de comida y bebida o descansando en la amplia cama. Singapur espera. Y llego ya con una sonrisa y sin dinero para regresar a esta experiencia que cuesta más de 5.000 euros.

Detalles

Dormir. El vuelo sale a media mañana desde Barcelona, pero coincide con la noche de Singapur, donde se llega al amanecer. Para descansar en condiciones, la tripulación despliega del asiento una cama de 90 centímetros de ancho por 2,08 metros, con almohadas y ropa de cama, suficiente para un plácido descanso.

Champán Dom Pérignon 2004 y Krug Grande Cuvée. La carta cuenta con una amplia gama de bebidas premium y cócteles (como el local Singapore Sling).

Aperitivo. Langosta pochada con confit de berenjena y pimiento con vinagreta balsámica, del chef George Blanc.

8 privilegiados en confortables cabinas individuales, con revistas y más de 1.000 opciones de entretenimiento audiovisual... Y en la comodidad de la piel firmada por Salvatore Ferragamo.

Barra de bar muy estilosa del SilverKris Lounge (con barman y, por supuesto, con bebidas gratis).

Baños privados en el aeropuerto de Changi.

Ropa. Un chándal/pijama de Givenchy para estar cómodo en el vuelo. La bolsa de aseo viene firmada por Ferragamo, con perfume de la misma firma.

Televisión propia, táctil o con mando, junto a unos auriculares de Bosé para Singapore Airlines hacen que se pasen las horas rápidamente.

Tripulación. Apenas hay que mover un dedo para tener la ayuda de la azafata, en un trato indivualizado.

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Sobre la firma

Alfonso Simón Ruiz
Graduado en Economía y máster de Periodismo UAM / EL País. En Cinco Días desde 2007. Redactor especializado en información empresarial, especialmente sobre el mercado inmobiliario, operaciones urbanísticas y, también, sobre la industria farmacéutica y compañías sanitarias.

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