Trayectos exóticos sobre raíles
Viajeros, al tren. Buenos, bonitos y no siempre baratos... El lujo sobre ruedas se paga
Los viajes en ferrocarril siempre han estado rodeados de un halo romántico, a veces de misterio, que atrae a muchas personas. La literatura primero y el cine después han contribuido a popularizar este transporte, que hasta la irrupción de la aviación comercial era el modo más rápido de ir de un lado a otro.
Hoy día, algunos expertos en transporte de la Comisión Europea sostienen que “los recorridos en tren pueden ser más rápidos que los vuelos de corta y media distancia”. La ventaja es sustancial en “las líneas de AVE en distancias de hasta 800 km. Un trayecto de 400 km en un tren de alta velocidad puede durar hasta una hora menos que recorrer la misma distancia en avión”, según las conclusiones de Bruselas.
El alza del precio de los combustibles y el encarecimiento de los billetes de avión han provocado que muchos se decanten por el tren como transporte. Pero además el ferrocarril ofrece más ventajas. Las estaciones suelen estar en lugares céntricos, a diferencia de los aeropuertos, que están en las afueras de las ciudades; no hay que llegar con horas de anticipación a la salida, ni pasar un exhaustivo e incómodo check-in.
Dependiendo del tipo de tren tampoco hay que buscar alojamiento, no hay que permanecer todo el rato pegado al asiento ni hay límite de equipaje. Por si fuera poco, algunos de los rincones más bellos del mundo solo son accesibles a través del ferrocarril. Estas son nuestras propuestas.
Un viaje de placer hacia la antigua Ruta de la Seda
Para los amantes de los trenes, la Ruta de la Seda a bordo de la red del Transiberiano es un viaje mítico, largo y caro. Se necesitan, al menos, 21 días y unos 15.000 euros para atravesar varios países de Europa, Oriente Próximo y Asia Central y adentrarse en todo tipo de paisajes y culturas.
El recorrido original conectaba Moscú con Vladivostok, el estratégico enclave ruso en el Pacífico, atravesando Rusia, Uzbekistán, Turkmenistán, Kazajistán y Mongolia. Hoy, la red se ha ampliado con distintos ramales hasta Pekín. Este itinerario era conocido desde la antigüedad por comerciantes de Oriente y Occidente que intercambiaban sus mercancías.
El viajero recorre estepas y glaciares y atraviesa desiertos como el de Gobi, cruza inmensos ríos como el Volga, tiene la oportunidad de confraternizar con civilizaciones milenarias o compartir una tradicional yurta (tienda) kazaja y visitar ciudades de leyenda como Samarkanda, una de las más antiguas del mundo; Xian, con sus imponentes guerreros, o lugares emblemáticos como el Palacio de la Luna, las Montañas de Fuego o la Gran Muralla.
De fiordo en fiordo en un ferrocarril de máxima altura
El tren que une Oslo y Bergen, la entrada a los famosos fiordos noruegos, el Flamsbana, es el trayecto con mayor desnivel y a más altura del mundo. Su recorrido, que dura siete horas, es espectacular y su tramo más deslumbrante es el que pasa sobre Hardangervidda, la altiplanicie más alta de Europa, a 1.222 metros sobre el nivel del mar.
Los paisajes cambian totalmente si se viaja en invierno, con pocas horas de luz, o si el recorrido se hace en verano, cuando la nieve y el deshielo dejan paso a los ríos que cruzan profundos barrancos, saltos de agua precipitándose en cascada desde las pendientes más inclinadas y granjas de montaña que se aferran a escarpadas laderas nadie sabe cómo.
La vista del recóndito fiordo Aurlandsfjord, que forma parte del gran Sognefjord, el más largo del mundo, es majestuosa.
Polizones en el convoy más largo del mundo
Solo para espíritus aventureros. No es un tren de pasajeros y los andenes o estaciones como tal no existen. El polvo del Sahara lo inunda todo. Más de 700 kilómetros de raíles, el tren más largo y solitario del mundo, cruzan Mauritania desde Zuerat, norte, hasta Nuadhibu, en la costa atlántica occidental, en uno de los parajes más inhóspitos del mundo.
Zuerat es famosa por sus minas de hierro y Nuadhibu, gran puerto comercial, vive además del procesamiento de este. Espere sin prisas, el tren pasará quién sabe a qué hora.
Donde fueres haz lo que vieres. Tres locomotoras arrastran 200 vagones (2,5 km de longitud). No superan los 40 km/h, pero es lo más rápido para atravesar el país.
La incomodidad se compensa con los paisajes y las sensaciones que produce ver a los camellos salvajes escoltando el tren.
De los Andes al Pacífico en viejas locomotoras de vapor
Un trazado difícil, en algunos tramos con vertiginosos zigzags para burlar una complicada orografía, atravesar las montañas de los Andes y dejarnos al borde del Pacífico. Es el tren Crucero en Ecuador.
Su recorrido está salpicado de leyendas y misterios, como el que planea sobre el monte de Pistishi, con forma de inmensa nariz, la del Diablo, y uno de los grandes atractivos del trayecto.
La ruta, que conecta Quito y Guayaquil, recorre parajes naturales como la avenida de los Volcanes, la Nariz del Diablo y el Bosque Nublado. El viaje dura cuatro días (930 euros) en vagones de lujo de otra época, como cuando las locomotoras de vapor tiraban de los trenes.
Estas máquinas, rehabilitadas, son otro de los encantos del Crucero, que incluye estadías en haciendas tradicionales, visitas a mercados indígenas y parques nacionales.
Medio siglo desafiando al Gran Cañón del Colorado
Su recorrido es uno de los más fascinantes del mundo en tren. El Chepe enlaza por ferrocarril el estado de Chihuahua, en el norte, con Sinaloa, en el Pacífico mexicano.
Más de medio siglo y un sinfín de trayectos contemplan el paso del tren cruzando las espectaculares Barrancas del Cobre, cuatro veces más grandes que el Gran Cañón del Colorado.
Si han llegado hasta aquí, no se rajen. Unos 656 kilómetros le separan de la capital del mayor estado de México hasta la ciudad de Los Mochis, en el corredor del mar de Cortés. Le sorprenderán la naturaleza, los 37 grandiosos puentes y 86 impresionantes túneles que atraviesan el paisaje.
El tren ofrece servicios de Primera Express (250 euros) y otros más económicos. En primera, puede bajarse hasta tres veces, pernoctar en cualquier lugar de la ruta y volver a enlazar con el ferrocarril.