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Reforma fiscal: Cuadrando círculos

Este viernes tendremos respuesta al trilema. Cómo modificar la estructura impositiva española de forma que:

a) No se estropeen las cuentas públicas por el lado de los ingresos, para que el país no incumpla demasiado el objetivo de déficit de 2015

b) Tenga el contenido y la profundidad necesarios para ser uno de los grandes proyectos del Gobierno.

c) No enfade demasiado a los contribuyentes que deben pasar por las urnas en el mismo año 2015.

Se pueden cumplir dos de los tres preceptos: si renunciamos al equilibrio presupuestario la reforma fiscal puede ser profunda y beneficiar a la mayoría de contribuyentes. Si nos da igual enfadar a algunos los electores se puede plantear una reforma profunda y neutra en términos de ingresos. Y, finalmente, se puede renunciar a la profundidad de la reforma para no enfadar a quien elige al gobernante (el electorado) y a quien le supervisa (Bruselas).

A priori, esta última opción parece la más verosímil. O lo sería, de no ser porque la reforma fiscal es la única baza del Ejecutivo en el terreno económico, visto que la economía ha tocado suelo pero que la lentitud en la recuperación hace de ésta un arma de doble filo. Insistir demasiado en que la cosa va bien puede indignar a una mayoría de personas que no tienen noticias de ello. Dado que la economía es, a su vez, el eje de las elecciones de 2015 (con la excepción, quizá, del electorado catalán), la alternativa de descafeinar la reforma fiscal parece mucho menos verosímil.

Por el lado de la recaudación, el Gobierno parte de dos promesas: bajar el IRPF y no subir el IVA. Para que la rebaja del IRPF sea sensible, y teniendo en cuenta que hay 16 millones de contribuyentes en este impuesto, para que la rebaja sea sensible la recaudación tendría que bajar en al menos 5.000 millones. Esta cantidad es, más o menos, lo que subieron los ingresos con el alza de tipos decretada nada más llegar Montoro a Hacienda. De este modo, ante las elecciones el Gobierno podrá defender que ha bajado los impuestos.

Ahora bien, el cuadro macro del Gobierno enviado a Bruselas contempla alzas en los ingresos entre 2015 y 2017: del 38,8% al 39%. ¿Cómo cuadrar estas cuentas? La limitación de deducciones puede compensar parte de ese desfase, además de contribuir a mejorar un sistema fiscal que, a fuerza de excepciones, pierde buena parte de su progresividad. Pero el IRPF supone la mayor parte de la recaudación, y para compensar su bajada habría que subir mucho otros impuestos, lo que nos devuelve al punto de no enfadar demasiado a la gente.

Es de esperar un término medio entre las tres cosas, sacrificando probablemente el déficit al posponer la parte más dura de la reforma fiscal para después de las elecciones. Aunque eso supondría incumplir las previsiones y enfadar a Bruselas. Las recomendaciones más dolorosas de los expertos y de Bruselas se pueden dejar para después. La rebaja del IRPF, sin destrozar la cuenta de los ingresos, beneficiará a rentas altas y del capital, además de los casi seguiros guiños a trabajadores de rentas medias con hijos.

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