Las últimas grietas de una reforma financiera sin precedentes
La próxima subasta de Catalunya Banc parecía que ponía casi fin a la reforma financiera española. Una reforma que se ha llevado por delante a un 30% de las entidades del país, sobre todo, cajas de ahorros, y de momento, alrededor de 60.000 puestos de trabajo en menos de cinco años.
No hay ninguna duda de que la reestructuración del sistema financiero español ha sido el más drástico de la historia y también el que ha supuesto una mayor pérdida de oficinas y entidades de Europa, y el que ha exigido un mayor volumen de provisiones para el sector. Eso sí, según asegura la propia banca, porque el Gobierno decidió exigir más saneamientos que en cualquier otro país europeo. Pero el último eslabón de este ajuste está a punto de encajar en la cadena de los bancos denominados sanos. Santander, BBVA, CaixaBank son las tres firmas que parten como favoritas, y casi únicas para hacerse con la nacionalizada entidad catalana.
El Gobierno pretende que su venta finalice en verano, pero el pistoletazo de partida de su subasta se inicia esta semana. N+1, banco de inversión contratado por el FROB para llevar a cabo la puja, abrirá la data room entre hoy y mañana si no hay novedades, según reconocen fuentes financieras.
La esperada banca extranjera no solo no ha participado en esta reforma financiera, sino que ha salido huyendo del país. Solo los fondos de inversión y Banesco –banco venezolano, pero con sede en España desde hace varios años que ha comprado Novagalicia– han apostado por las firmas españolas.
El alemán Deutsche Bank, casi el único banco extranjero que aún apuesta por hacer algo de banca minorista en España, ha preferido mantenerse al margen de las subastas de cajas nacionalizadas que se han ido produciendo.
El británico Barclays, que llevaba más de 20 años apareciendo en todas las quinielas españolas en cuanto un banco doméstico solo insinuaba que podría venderse, ha pasado de cazador a presa.
Su filial española de banca minorista, como las que tiene en el resto de Europa, han colgado el cartel de en venta. Su objetivo era aguantar dos años para iniciar su venta en 2016, pero todo se ha acelerado. Y lo que era el último eslabón de la banca para cerrar la reforma financiera, ha pasado a un segundo plano. Barclays ha tomado la delantera con la libertad que le permite ser un banco privado, frente a Catalunya Banc, que cuenta en sus venas con una inyección de ayudas públicas que superan ligeramente los 12.000 millones de euros.
El grupo británico ha decidido iniciar su proceso de venta unos días antes de que se subaste la firma catalana. Las razones pueden ser dos. Por un lado la fuga de clientes. La plantilla intenta infundir tranquilidad, pero lo cierto es que el anuncio de su cúpula de que Barclays está de retirada en España no es compatible con los mensajes de aquí no pasa nada. Por otro lado está el hecho de que los potenciales compradores de la red de Barclays coinciden casi con los que pueden pujar por Catalunya Banc.
Solo Sabadell, que ya ha dicho públicamente que no pujará por el banco catalán, está ausente de la lista del FROB y sí está en la de Barclays. El banco que preside Josep Oliu asegura que “ha cerrado la ventanilla” de las compras. Pero también es cierto, que aún tiene unos huecos por cubrir en España y parece que la red de Barclays podría tapar parte de esos agujeros.
CaixaBank es otro de los bancos que están interesados en Barclays, aunque en este caso el banco que preside Isidoro Fainé sí va a acudir a la puja de CX (marca comercial de Catalunya Banc).
Y mientras, hay que ver como las relaciones entre el grupo de cajas rurales integradas en la Asociación de Cajas Rurales, formado por 27 entidades, y las del grupo reunido alrededor de Cajamar se deterioran más si ello es posible. El pasado miércoles las 19 cajas rurales agrupadas en torno a Cajamar no asistieron a la asamblea de la Unacc, la patronal de las cooperativas. La division suscitada hace años en el seno de la asociación se ha trasladado ahora a la Unacc. Desde el inicio de la crisis en 2007 hasta hoy, 26 cajas rurales han salido de la asociación y se han integrado en el Grupo Cooperativo Cajamar y otras 13 también han dejado la asociación y se han hecho accionistas de BCC, banco en el que Cajamar controla el 91% de su capital.
Estas divisiones llegan en un momento complicado, ya que el Gobierno quiere iniciar la reforma del sector. Lo lógico es que ahora más que nunca estuvieran unidas, pero las rencillas crecen día a día.