La confianza se traslada al bono
La economía española parece haberse desembarazado definitivamente de las dudas de los mercados. Al menos eso indica el comportamiento del bono a 10 años –uno de los principales termómetros para medir la confianza en una economía–, que el viernes se colocó por debajo del 3% y marcó mínimo histórico. Lejos queda la pesadilla del verano de 2012, cuando la rentabilidad que los inversores exigían por los bonos a 10 años del Tesoro español se disparaba al 7,6%. Ahora, menos de dos años después, ese momento dulce que atraviesa la deuda a 10 años también es extensiva a los títulos a cinco o siete años, que se comportan incluso mejor que sus pares estadounidenses. Esta situación de la deuda pública está teniendo un efecto directo, como es el abaratamiento de los costes de financiación del Estado, en un momento en el que el volumen global de la deuda española sigue al alza como consecuencia del esfuerzo efectuado durante la crisis. El año pasado, por ejemplo, se ahorraron 8.500 millones frente a los 38.600 millones presupuestados. Y para el ejercicio en curso, los cálculos iniciales apuntan que de la cifra presupuestada, 36.600 millones, pueden recortarse algo más de 5.000 millones. Pero si vital es este efecto contante y sonante, no lo es menos el de la confianza recobrada.