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El Foco
Tribuna
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El bitcoin y las criptomonedas

Aun programador de Florida, llamado Laszlo Hanyecz, se le despertó el apetito y decidió adquirir un par de buenas pizzas. Fue un día de mayo de 2010 y su compra se convirtió en la primera transacción comercial con bitcoins (BTC) de la historia. Pasaron tres años y el Congreso de EE UU le pidió a Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal por aquel entonces, que se pronunciara sobre el posible papel de bitcoin en la economía: “Podría ser una promesa de futuro”, dijo el experto banquero a unos sorprendidos senadores norteamericanos. La cotización de bitcoin estaba a 0,0045 dolares cuando Laszlo compró sus pizzas, pero días después de las palabras del banquero, se encaramó por encima de los mil. Posteriormente, se desplomó, al conocerse que la plataforma más popular para intercambio y custodia de estas criptomonedas (Mt Gox) había sufrido el ataque de unos despiadados hackers, que hicieron desaparecer cerca de 750.000 bitcoins de las cuentas de sus clientes.

Aunque técnicamente no fue un problema de bitcoin, muchos pensaron que después de este triste episodio ya estaba acabado. Pero, ¡no! Por hacer una analogía: ¿alguien se acuerda de Napster? Hace poco más de una década que revolucionó el mercado de la música. La web funcionaba en base a descargas ilegales y fue cerrada por las autoridades en 2001. Pero la idea germinó: surgió Spotify (entre otros), que perfeccionó su tecnología y adaptó su operativa al marco legal existente. Todo un éxito que dejó un reguero de víctimas por el camino: se extinguieron multitud de tiendas de discos y discográficas.

Con bitcoin se consigue seguridad haciendo lo contrario de lo habitual, mostrando la información

Pero, ¿qué es bitcoin? Sólo software. Implementa un mecanismo para efectuar transacciones sin intermediarios (peer to peer), asegurando que el pago se realiza de forma correcta. Básicamente, eso es una criptomoneda. El que transfiere los bitcoins dispone de una llave privada (código secreto) y conoce la llave pública del que los recibe, efectuando la transferencia mediante una aplicación informática. Las transacciones no requieren compartir números de cuentas bancarias y pueden hacerse casi en el anonimato. Desafortunadamente, este aspecto también lo hace atractivo para la práctica de ciertas actividades delictivas.

El alma de bitcoin es el blockchain, un completo registro de datos que incluye toda la historia de las transacciones que se han llevado a cabo con cada bitcoin en circulación. Estos datos son públicos, lo que permite que cada usuario pueda comprobar si una operación se ha ejecutado correctamente. Con bitcoin se consigue seguridad haciendo lo contrario de lo habitual, mostrando abiertamente la información.

Con esta tecnología ya no se requiere la figura de un banco central para que supervise o imprima billetes nuevos. La emisión de bitcoins depende de una amplia red de ordenadores independientes que ejecutan las acciones necesarias para obtener nuevos códigos válidos (minería digital). Estas operaciones matemáticas las llevan a cabo los mineros y son recompensados con nuevos bitcoins por verificar la transacción, comprobando que el vendedor sea su propietario y anotando la operación en el blockchain.

A medida que el número de bitcoins en circulación aumenta, más ardua se torna la tarea de los mineros, que compiten entre ellos para obtener nuevas combinaciones numéricas, lo que les fuerza a utilizar potentes procesadores para ejecutar los algoritmos matemáticos en el menor tiempo posible.

Pero bitcoin es mucho más que una moneda y su modelo ya está evolucionando. Surgen nuevas propuestas, como las de colored coins, mastercoins o counterparty, que actúan como protocolos informáticos construidos encima o asociados al de bitcoin, para vincularlo a otras monedas o incluso con activos financieros (acciones, bonos, precio del barril de petróleo, etc). Un punto crítico de bitcoin es que su circulación se ha limitado a un máximo a 21 millones (por diseño), que al ritmo actual se alcanzará en el año 2030.

Un paso adelante es ethereum, que podría convertirse en el nuevo Spotify de turno. Se trata de un completo entorno de programación que apuesta por conseguir un ecosistema financiero de aplicaciones especializadas y novedosas, diseñadas por terceros.

Con unas cuantas líneas de código se pueden llegar a plasmar sistemas revolucionarios de transferencia

Algunos ya hablan de contratos inteligentes para referirse a los productos que comienzan a surgir de este aluvión de innovación tecnológica. Por ejemplo, se podría implementar un eficiente negocio de alquiler de coches por horas, mediante una llave virtual, que incluya el identificador de la moneda, anote el cargo de servicio y permita el arranque del vehículo.

Mientras tanto, los bancos y otras entidades financieras son los invitados de piedra a la fiesta de bitcoin. Se supone que no les inquieta el nivel de actividad que se registra en el mercado con bitcoins, cerca de 50 transacciones por minuto, peccata minuta frente a las 165.000 transacciones por minuto con Visa. No obstante, podrían decidir en un futuro pasar a la acción, utilizando esta nueva tecnología para transferir fondos entre sus sedes internacionales o incluso llegar a emitir su propio sistema de moneda virtual, aunque preservando algunas de las ventajas del bitcoin original: un medio de intercambio rápido, sencillo y de bajo coste.

Actualmente, la cotización de bitcoin es muy volátil, como consecuencia de la especulación sobre su futuro y de la confianza que genera en los usuarios, lo que penaliza su función como medio de pago (y, mucho más, como moneda). En un futuro podría aparecer un bitcoin 2.0, que supere a la versión actual; o quizá se extinga acuciado por otras monedas virtuales, que aporten más ventajas y seguridad, como podría ser el ether (la moneda de ethereum), por nombrar alguna. También hay que decir que en algunos parajes han restringido las operaciones con criptomonedas (por ejemplo en China, Corea, Tailandia), por lo que pueda pasar.

Pero en cualquier caso, ahora ya es posible comprar los billetes del AVE con bitcoins o que un emigrante envíe una remesa de dinero a su país de origen con bajo coste. La idea y la tecnología ya están aquí, y con unas cuantas líneas de código se pueden llegar a plasmar sistemas revolucionarios de transferencia de propiedad.

Si Hanyecz Laszlo se diera hoy aquel festín de pizzas, le saldría por unos 4,8 millones de dólares al cambio actual. En un blog dejó escrito que tiene por costumbre reservar un trozo de pizza para comérsela el día siguiente. Seguro que si hubiera guardado su porción en bitcoins, ahora tendría dinero de sobras para comer pizzas durante toda su vida.

Xavier Alcober es ingeniero consultor.

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