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Debates sin contendientes

Cuatro de los aspirantes a presidir la Comisión Europea celebraron el lunes (28 de abril) un primer debate televisivo. La cita ha merecido el calificativo de "histórica" por su novedad, pero su valor añadido resulta dudoso.

No está nada claro que la retransmisión de Euronews haya contribuido a "politizar" y "europeizar" las elecciones del 25 de mayo al Parlamento Europeo, que siguen librándose en base a agendas nacionales. Y no por culpa de la emisión, que fue ágil, ni de los participantes, que, en general, demostraron reflejos y capacidad dialéctica a pesar de que ninguno de ellos debatía en su propio idioma. Ni por la falta de trascendencia del voto del próximo día 25.

El problema estriba, tanto en el debate como en esos comicios, en la ausencia de batalla ideológica. Sin choque de propuestas ni presentación de alternativas, la campaña electoral se convierte, a nivel europeo, en unos juegos florales sin excesivo interés.

Los contendientes, en especial los representantes de los tres grandes grupos políticos (Populares, socialistas y liberales), no tienen a quien atacar o defender. Primero, porque no hay un Ejecutivo europeo al que reprochar los errores o alabar los aciertos. Y segundo, porque las tres formaciones son corresponsables de las políticas aplicadas en Europa en los últimos cinco años. De modo que no pueden criticar con dureza ni ofrecerse como relevo.

Solo el líder liberal, Guy Verhofdstadt, intentó personalizar los ataques y tachó de "erróneas" las recetas aplicadas por Bruselas contra la actual crisis.

Se olvidó Verhofdstadt, y ningún rival se lo recordó, de que el responsable de Asuntos Económicos y miembro de la troika, Olli Rehn, es un destacado militante del partido liberal. Y que uno de los socios más intransigentes con Grecia y con el resto de países en dificultades ha sido Holanda, donde el primer ministro, Mark Rutte, también es del partido liberal. Y que los liberales, en coalición en la pasada legislatura con Angela Merkel, obligaron a la canciller alemana a dosificar con cuentagotas la escasa solidaridad que estaba dispuesta a dar.

El socialista, Martin Schulz, tampoco puede desmarcarse demasiado de lo que su grupo califica como catastroika. Las recetas del temido tridente se han aprobado por unanimidad en el Consejo europeo, con el voto favorable de Gobiernos socialistas como el de Zapatero (2010 y 2011) o el de Hollande (a partir de junio de 2012). Y un socialista, Jeroen Dijsselbloem, preside el Eurogrupo, donde se estrenó con un desastroso rescate de Chipre que hizo temblar los depósitos bancarios de media Europa, sobre todo, de la mitad meridional.

En cuanto al representante del partido Popular, Jean-Claude Juncker, poco se puede decir. Su actitud durante el debate, entre ausente e indiferente, indica su escaso interés en participar en una campaña en la que no parece jugarse nada (ni siquiera se presenta por su país, Luxemburgo). Poco podría aportar en cualquier caso: ni puede ofrecer una alternativa ni puede criticar a unas instituciones en las que se ha sentado durante varios lustros y en las que mandan miembros de su partido.

Queda, por último, la candidata Verde, Ska Keller, quien al parecer se ganó el favor del público más europeísta con un discurso muy happy: "Lo que necesitamos realmente es invertir en el futuro (...). Invertir en educación y salud (...) pero también crear empleos, empleos de calidad". Por supuesto, nadie la contradijo.

Confiemos en que el próximo debate (15 de mayo) sea menos complaciente y se aborde, por ejemplo, la insolvencia de Grecia o la hecatombe del mercado laboral en España. Con diferentes soluciones, para que el votante pueda elegir.

Video: Happy, de Pharrell Williams, con escenografía "bruselense".

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