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Editorial

Pfizer sube la fiebre de las adquisiciones

Los movimientos tectónicos en el sector farmacéutico no cesan. Si Pfizer removió el mercado en 1999 con la compra de Warner Lambert, por la que pagó 111.000 millones de dólares en la que fue la mayor operación registrada hasta entonces entre compañías del sector, ahora ha generado otro seísmo con epicentro en los sótanos de la británica AstraZeneca. En un comunicado tras la publicación en prensa de una supuesta negociación para la fusión, la empresa estadounidense admite su interés por la británica, aunque se desconoce la existencia de una oferta concreta en papel o en metálico. La réplica de AstraZeneca se ha limitado a comentar que se ha negado a iniciar conversaciones porque “no hay una oferta concreta atractiva”, a lo que añadió que sigue confiando en la estrategia independiente diseñada por sus gestores.

Lo cierto es que es ya la segunda vez que la sociedad norteamericana se acerca a la británica con esta misma intención. Aunque aún no hay oferta concreta, los analistas manejan cifras jugosas para los accionistas de AstraZeneca. Mientras, los gestores de esta sociedad no se niegan a hablar, y condicionan los contactos a la existencia de una “propuesta atractiva”. El mercado sí parece apostar cada vez con más vehemencia por una operación entre ambas corporaciones, a juzgar por la fuerte subida en Bolsa de AstraZeneca. Los analistas manejan cifras cercanas a los 72.000 millones a desembolsar por Pfizer, ya sea en acciones o dinero, o en una combinación de ambas. Incluso hay cálculos que elevan el precio hasta 75.000 millones, lo que supondría una prima nada despreciable para los accionistas de la empresa británica, que ahora vale 62.200 millones.

Pfizer ya es la primera farmacéutica del mundo; pero lo sería más con esta operación que le daría poderes para competir en igualdad de condiciones en materia de oncología, cardiología o aparato respiratorio, donde Roche o Novartis acumulan un portfolio muy consolidado. Este sector ha estado muy activo en operaciones corporativas de manera continua, incluso durante la crisis financiera, y no puede dejar de serlo por la naturaleza de su negocio.

Precisa gran masa crítica para afrontar los costosos procesos de investigación, incluso todos aquellos que terminan en fracaso, y debe mantener una maquinaria que no puede parar ante la limitación del negocio que supone tanto la caducidad de las patentes como la sustitución de los fármacos propios por los genéricos. A la vez, es un negocio cierto por la estabilidad que proporcionan los medicamentos ya aprobados por las autoridades médicas en el mundo y que están en plena comercialización. No habrá, por ello, dificultad alguna en la financiación de esta operación ni cuantas ulteriores se produzcan en el sector, y que podría agitar el mercado español, preñado de pequeñas farmacéuticas de especialidades tan específicas como atractivas.

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