Cuestión de método
Repetía Talleyrand en las laberínticas negociaciones del Congreso Viena aquello de il-y-a toujours la manière. O sea que ponía de relieve la cuestión del procedimiento. Ahora, cuando algunos datos se resisten a reflejar el optimismo del gobierno de Mariano Rajoy mientras se aproxima la campaña de las elecciones al Parlamento Europeo, que concluirá la víspera de las urnas, es decir el domingo 25 de mayo.
Recordemos que, el día del Pleno del Congreso para la sesión de investidura como presidente del Gobierno, Mariano Rajoy prometió con toda solemnidad que no andaría excusándose ni culparía a la indeseable herencia recibida de los problemas que se le plantearan. Pero a partir de ese momento no ha hecho otra cosa. Vamos hacia los tres años de gobierno del PP y de nada han sido responsables. El culpable de todos los desastres es el presidente antecesor José Luis Rodríguez Zapatero. Porque no llamó a la crisis por su nombre, porque fue incapaz de salirle al paso.
El diagnóstico del PP en aquellos tiempos clarividentes de la oposición, establecía que la prima de riesgo de España se llamaba Zapatero, conforme repetía con el ritmo de un martillo pilón Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz parlamentaria a la sazón. El libro de instrucciones señalaba que en cuanto se instalara en el poder Mariano el deseado todo se solucionaría como por ensalmo. La prima de riesgo se reduciría a cero, los inversores volverían sus ojos misericordiosos y golositos hacia España, brotaría el empleo estable y de calidad, la banca vería resueltos sus problemas, se reduciría la morosidad, fluiría el crédito hacia las familias y hacia las pymes y, como en el poema de Felipe Mellizo, habría fiestas en el Real, saraos en las casas finas y el pueblo todo contento de ver tanta maravilla.
De modo que llevamos dos años y medio echando balones fuera donde todo han sido excusas y ahora como llegan las elecciones al Parlamento Europeo se considera que es el momento de presentar algún logro propio así que se ha decidido enviar a los apóstoles a predicar el evangelio. Todos a una comparecen para dar cuenta de los éxitos. Se seleccionan los datos que puedan tener un perfil positivo, se maquillan, se subrayan, se exageran, se proyectan linealmente hacia el futuro y sobre todo se apuntan a la cuenta del buen hacer del Partido Popular.
Todo este ejercicio de voluntarismo deja al descubierto problemas, habida cuenta de que hay realidades muy tercas resistentes a la manipulación. Por ejemplo el paro. Resulta ridículo presentar cifras de creación de empleo estimadas en algunos miles cuando los parados siguen por encima de los cinco millones. Entonces se procede primero ocultando la disminución de la población activa merced por ejemplo a la repatriación de los inmigrantes, un fenómeno que en el último año ha sumado más de 570.000. De manera que así la destrucción de empleo pasa a ser compatible con la disminución del paro, de igual manera que en tiempos de plétora la creación de empleo era compatible con el aumento del paro debido al crecimiento más rápido de la población activa, resultado de procesos acelerados de incorporación de la mujer al mundo del trabajo.
Aparecen además otros recursos muy interesantes que van a modificar la manera de computar los índices decisivos. Son medidas audaces que enseguida se pondrán en práctica. Primero se alterará la manera de contar los parados hasta que se obtenga una cifra conveniente y segundo se modificarán los procedimientos de cálculo del PIB hasta que resulte el crecimiento que convenga presentar donde debamos examinarnos. Luego habrá que seguir para que el déficit o la deuda se midan con un método adecuado al resultado que haya de obtenerse. Así quedaremos deudores del PP por habernos liberado de unos índices que tanta angustia nos venían produciendo. Veremos.
Miguel Ángel Aguilar es periodista.