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Columna
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Una bendición disfrazada

A los aficionados del Manchester United no les va a gustar, pero la crisis del club es exactamente lo que el negocio del fútbol, y el propio equipo, necesita. Su entrenador ha abandonado después de 10 meses, un séptimo lugar humilde en la liga y una ausencia forzada del fútbol europeo: este es el tipo de drama que mantiene apasionante el deporte y asegura los futuros flujos de ingresos. No hay nada más aburrido que una liga dominada por un equipo arrollador.

El United estaba cerca de convertirse en el súper club de Inglaterra. El club ha ganado más títulos de liga que nadie. El hechizo solo se rompió por la jubilación del director estrella Alex Ferguson, jefe desde 1986. Su sucesor David Moyes hizo algunas malas selecciones de traspasos, perdió algunos jugadores clave por las lesiones, y presidió la peor la liga del club en casi un cuarto de siglo.

Perderse de la Liga de Campeones, el torneo más importantes de Europa, es humillante, pero económicamente manejable. La temporada pasada supuso 35,5 millones de euros, el 8% de los ingresos anuales del equipo. Eso queda eclipsado por lucrativos contratos de patrocinio a largo plazo, como el de General Motors.

Solo un bajo rendimiento sostenido en el terreno de juego puede socavar la posición en los negocios del Manchester United, algo que es muy poco probable. El club ya ha destinado 150 millones libras al próximo mercado de fichajes, lo que debería reactivar el rendimiento en el campo. Y la lealtad de los seguidores, basada en décadas de historia, durará más de una mala temporada o dos .

Como economista Walter Neale observó por primera vez en los sesenta, lo inusual que es la economía del deporte profesional. En él, vale la pena que los competidores sean lo más parejos de lo posible, de lo contrario los espectadores se alejan. Los problemas en el United parecen ese punto que ayuda a mantener el interés.

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