Acelerar la sucesión
El estado transitorio del presidente de Barclays se ha convertido en un problema para el banco. David Walker siempre había tenido previsto que renunciaría en agosto de 2015, menos de tres años después de tomar el timón. La actual falta de visibilidad sobre quién va a dirigir el consejo de administración no tendría importancia si las cosas fueran bien. Pero en este momento, Barclays necesita un liderazgo sólido y sostenido.
Cuando Walker se unió a la entidad a raíz del escándalo Libor en 2012, desempeñó un papel fundamental en la estabilización del grupo. Pero desde entonces, dos cosas importantes han salido mal. Las exigencias normativas de Reino Unido con las que Barclays tiene que cumplir rápidamente –con los ratios de apalancamiento– requieren que el consejero delegado Antony Jenkins remodele radicalmente su estrategia.
Walker y el consejo de administración no pueden ser culpados por los caprichos regulatorios. Pero no resolvieron bien la ronda de incentivos. Si Barclays estaba secuestrada por banqueros de inversión que amenazaban con unirse a otras firmas entonces esta era la oportunidad de mostrar su liderazgo y dejarlos ir. Pero cuando llegó el momento, se derrumbó.
La credibilidad personal de Jenkins quedó dañada, aunque cambiar al consejero delegado solo desestabilizaría el banco, incluso si un hubiera un candidato mejor disponible. De hecho, la posición de Jenkins se hace más segura por la salida de Walker.
La mejor manera de restaurar la autoridad del consejo sería poner fin a la incertidumbre sobre el presidente lo antes posible. Alguien sin el estorbo de una fecha de salida podría realizar mejor dos funciones vitales: estar detrás de Jenkins y ayudarle a tomar decisiones difíciles y comenzar a planificar su sucesión cuando sea apropiado. Walker merece crédito por hacerse cargo de Barclays en un período turbulento. Pero si el banco puede encontrar un sustituto adecuado antes del próximo verano, debería apartarse.