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Europa acorralada. Otra vez

Si uno lee a los analistas (anglófonos), o a su legión de seguidores, llegará al convencimiento de que Europa está acorralada. Otra vez.En esta ocasión, por el "omnipotente" Vladimir Putin. Pero podría ser por cualquier otro. A ojos de esos analistas da igual Rusia, Suiza o la isla más diminuta del Pacífico. No hay enemigo pequeño para la Unión Europea, siempre maniatada ante unos rivales con infinita capacidad de maniobra.

Poco importa que el país responsable del asedio más reciente esté al borde de la recesión, con uno de los problemas demográficos más graves del planeta y sobreviviendo a base de un monocultivo de hidrocarburos cuyo principal cliente es, precisamente, la hundida Unión Europea.

Ni que su economía sea 11 veces más pequeña que la del bloque europeo. Ni que se trate de una "democracia" que se tambalea a los acordes de las Pussy Riot, un grupo de rock tan "peligroso" como las Vulpess hace 30 años.

Y para qué tomar en cuenta que Alemania y otros países europeos apoyan a Rusia no solo por intereses económicos, sino también porque es una nación esencial en la historia del Viejo Continente y sin la que no se puede entender la filosofía, la literatura, la pintura o la música occidental.

Para los analistas en cuestión, incluso ese animal herido, puede someter a un club que agrupa a algunos de los países más ricos del planeta.

Al parecer, bastaría que Moscú cerrase el grifo del gas para que sus casi únicos clientes empezaran a temblar de frío. Poco importa para ese análisis que la consecuencia sería que los súbditos de Putin empezarían a pasar hambre y probablemente le derrocarían.

Tampoco es relevante Europa disponga de gigantescas regasificadoras y de recursos económicos para traer gas de donde le plazca, aunque lo tenga que pagar un poco más caro.Ni que EE UU podria abolir la norma que le prohibe exportar gas y cubrir el hueco dejado por Gazprom.

E igual de minucia es el hecho de que esa compañía rusa tenga una deuda de 30.000 millones de dólares que, tarde o temprano, deberá que refinanciar en esos países "acorralados" por el Kremlin.

Pero mejor no quejarse, es el sino de un continente tocado y hundido. Y sin vía de escapatoria después de que Suiza, ese inmenso territorio del tamaño de Extremadura, haya cerrado la puerta a la inmigración.

Decenas de miles de alemanes, franceses e italianos tendrán ahora que probar suerte en EE UU, Australia o Quebec. Y centenares de españoles y portugueses, que habían soñado con Zúrich, acabarán a orillas del río de la Plata o en Pernambuco.

La vida es así. Y cuando Rusia o Suiza levanten el cerco, llegarán otros desde, Islandia, Fiyi o Myanmar y pondrán de rodillas a Merkel, a Hollande, a Cameron y compañía.

Mejor resignarse o huir. Los habitantes de París, Londres, Roma o Berlín darían lo que fuera por irse a vivir a un lugar más próspero, limpio y seguro. A Lagos, Pekín, Johannesburgo... hay tanto donde elegir.

Cualquier cosa con tal de no volver a esas calles repletas de escaparates, 4x4 y terrazas con calefacción. Mejor dejárselas a los turistas asiáticos que se atiborran de Armani, Jabugo y Cartier, vestigios de un continente acorralado, harapiento y a punto de morirse de frío.

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