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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ambiciosa carrera del AVE va a más

El avance del AVE del desierto, que unirá las ciudades de La Meca y Medina en Arabia Saudí, es un escaparate internacional para la tecnología española en el que hay mucho en juego. Un buen desarrollo y una puesta en marcha en tiempo y calidad del ambicioso proyecto, que deberá tener capacidad para transportar medio millón de viajeros al día con temperaturas de más de 50 grados y peligrosas tormentas de arena, serán tan positivos como peligroso puede resultar el incumplimiento de los objetivos. El consorcio SRO, encabezado por las públicas Renfe, Adif e Ineco e integrado también por un buen número de empresas españolas privadas cuenta con la confianza del Gobierno local, pero también con la incertidumbre de depender, en plazos y calidades, de las firmas chinas y árabes responsables de la plataforma en la que se instalará la vía. Es un reto que las empresas españolas han asumido con la solvencia de su capacidad y en el que han de prever todas las dificultades para sacarlo adelante, no solo por la instalación y puesta en marcha de la vía, la señalización y el tren en sí, sino porque Renfe y Adif se quedarán como operadores al menos 12 años. El contrato, de más de 6.700 millones, es el de mayor volumen de obra civil firmado por empresas españolas. Pero su importancia se multiplica por su capacidad para servir de llave a extraordinarios proyectos ferroviarios y de otras infraestructuras que planea el rico gigante árabe. Sirva solo como ejemplo que el nuevo corredor Norte-Sur que saldrá próximamente a concurso es solo una parte de los más de 73.000 millones de euros que planea destinar Arabia Saudí a nuevos proyectos. Pero es que, además, la industria española de alta velocidad tiene abiertas las puertas de proyectos tanto en otros países de la en la zona como en EE UU o Brasil.

Potenciar un servicio de alta velocidad, en la que España ha sido pionera, y hacerlo de la mano de una industria que ha corrido paralela al AVE abre unas extraordinarias posibilidades en el exterior, mucho más allá de un servicio interior que ha mostrado sobradamente su acierto y, en todos los casos en los que los intereses políticos no primaron sobre los técnicos, su rentabilidad.

Tanto es así que el sector del transporte aéreo no ha tenido más remedio que reaccionar con fuertes ofertas para no perder un mercado que hasta hace pocos años tenía cautivo. Esa es la razón por la que el AVE no se debe dormir en los laureles. Y, en ese sentido, es saludable su empeño en mejorar la interconectividad de sus trenes con la redes de telefonía y datos. Es un campo en el que el transporte aéreo sigue avanzando, pero en el que el AVE aún no ha conseguido la calidad exigible. Una eficaz colaboración de las operadoras de telecomunicaciones, de redes y el AVE dará un plus de calidad a un producto en el que es exigible la excelencia en su sentido más amplio.

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