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Gestión humanista en el bufete Montero Estévez & Labrador

Resolver conflictos con métodos saludables

Fundado en 1970 y especializado en mercantil, franquicias y arbitraje Cuenta con dos socios principales, seis socios y 12 abogados

El abogado Juan Ramón Montero.
El abogado Juan Ramón Montero.

Juan Ramón Montero es un abogado con mucho arte. No solo por haber hecho sus pinitos como escritor y haber sido premiado como actor de cine años atrás, sino por mantener una visión “renacentista” de la vida y de la profesión de abogado hasta el punto de considerar que lo que finalmente le impulsó a estudiar Derecho fue pensar que “era la carrera que más cultura aportaba”.

Con más de 30 años de ejercicio, dirige el bufete Montero Estévez & Labrador Asociados, heredero del primer despacho que fundó en los años setenta del pasado siglo, después de un breve paso por el mundo de la asesoría de empresa. “Hubo un momento en que tuve que elegir entre dedicarme con plenitud a la empresa o al despacho”, explica. “Y no dudé en dedicarme plenamente a la abogacía”.

Montero es un abogado discreto pese a haber estado en el centro de muchos de los asuntos que han llenado horas de telediarios y miles de páginas en los últimos años, atendiendo casos como Filesa, BOE o Zamora, entre otros muchos relacionados con la corrupción, a la que combate “vocacionalmente”, por considerar que esta lucha por la “limpieza” debe estar en la genética de un buen abogado.

Se define a sí mismo como “procesalista”, resaltando la importancia del “proceso como camino para buscar el fin último que es la justicia”, lamentándose tanto del desvalor que le dan algunos abogados como de la “inseguridad” que “incomprensiblemente” desde hace unos años detecta en algunas decisiones de la jurisdicción. “Hay un deterioro importante en la justicia. Hay que recuperar el Estado de Derecho y la seguridad jurídica, superando la imprevisibilidad que hoy se produce en muchos procedimientos”, dice con conocimiento de causa.

Le gusta, fiel a su espíritu cultivado, sazonar sus posiciones con elementos más propios de la filosofía –“lo económico no puede devorar a lo justo”–, y ofreciendo algunos consejos a los políticos para lograrlo, como “recuperar los juzgados de distrito”, acercando la justicia al ciudadano. Cree que es alarmante la politización de la justicia con la introducción de criterios subjetivos sobre todo en las causas más mediáticas, haciendo mucho daño a la misma.

En esta poliédrica concepción del Derecho, el abogado es además una de las primeras autoridades en Derecho deportivo, ejerciendo como secretario general del Comité Arbitral del COE y responsable de la sección de Derecho deportivo del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Con tantas horas de trabajo destinadas a combatir la corrupción, “tenía ganas de hacer algo más limpio y más lúdico”, asegura. En esta otra actividad puede desarrollar otra de sus apuestas en su forma de entender el Derecho: el arbitraje, al que define como una alternativa más amable de resolver conflictos.

Y es que para Juan Ramón Montero estas fórmulas “de libre disposición” le encajan en un concepto de la vida y de la sociedad en el que “la autonomía personal desde la responsabilidad de los propios actos” debe prevalecer sobre la “voracidad reguladora de las clases políticas”. Para este abogado, el Estado debe intervenir “cuando las partes no encuentran sus propias soluciones”, y para ello hay muchas vías, como la mediación, la negociación o el arbitraje.

Cree que un buen abogado es el que “resuelve y evita conflictos buscando la justicia, sabiendo que los intereses a defender son los del cliente, no los del despacho”.

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