La inversión exigente y selectiva en los fondos
En el oscuro trecho de la crisis financiera y económica en el que aún está España, y pese al irreparable daño infligido sobre el empleo y las rentas salariales, los hogares han logrado mantener, con la recomposición de este último año, los niveles de riqueza financiera que habían alcanzado antes de este complicado sexenio. Los esfuerzos para acumular ahorro, en parte inducidos por el temor a un empeoramiento de la situación, y la reducción lenta de los niveles de apalancamiento vuelven a colocar a las familias en situación de afrontar nuevas aventuras de inversión. Aquella que precise de recursos ajenos, de nueva deuda, será más complicada de acometer, pero comenzará a movilizarse la que únicamente pretenda retornos financieros y se base en los recursos propios del ahorro.
Además, los cambios regulatorios derivados de la intervención europea en la banca española a propósito del rescate financiero del que está a punto de salir, incentivan la movilización del ahorro tradicional hacia fórmulas con mayores niveles de riesgo, pero también con mayores expectativas de rentabilidad. La banca española tiene prohibido remunerar los depósitos, salvo excepciones muy puntuales, por encima de determinados umbrales que escasamente cubrirían la depreciación nominal de la inflación. Esta limitación empuja, ha empujado ya en parte, al ahorro tradicional de los depósitos hacia formatos con riesgo; han dejado de ser proveedores de la banca (liquidez vía depósitos) para buscar retornos superiores. Entre las alternativas gana fuerza creciente, con un fuerte incremento de los recursos gestionados ya en 2013, la industria de los fondos de inversión. Además, la revalorización del último ejercicio, con una Bolsa que sube un 15% largo en el año, es la primera gran señal de que ha vuelto el momento de apostar por los fondos y poner el ahorro en manos de los profesionales de la inversión.
Pero la apuesta por los fondos de inversión ahora, en este nuevo ciclo tras una crisis que ha sacado los colores a la industria financiera, debe ser más exigente que en el pasado, y por tanto más selectiva. Nadie debe poner sus dineros en manos de profesionales sin contrastar sus historiales de gestión, aun sin perder de vista el hecho de que los fondos de inversión son instrumentos de largo plazo, de maduración de sus apuestas inversoras. Los particulares deben también ponerse en manos de los profesionales para un asesoramiento que ahora es obligado y está garantizado por las autoridades, y no deben apostar por una aventura que no entiendan plenamente y de la que no conozcan, al menos someramente, qué resultados puede reportarles. El conocimiento de las carteras que componen cada fondo es básico para confiarle el ahorro, que en muchos casos es el esfuerzo de muchos años de sacrificio en la gran mayoría de los particulares.
Además, deben exigir transparencia en la política de comisiones, primando a aquellas firmas que ligan la comisión al desempeño del gestor, y dando por buenas las comisiones elevadas si es contrastable un retorno elevado. Es obligación del gestor obtener las mejores rentabilidades, pero lo es del partícipe tomar posiciones en los fondos que se ajustan a sus niveles de riesgo, y hacer un seguimiento regular tanto de los cambios de criterio de inversión como de los resultados. Tales prácticas y la movilidad de los recursos buscando mejores alternativas son el mejor estímulo para los equipos de gestión en la búsqueda de la excelencia.
Si 2013 ha sido un año de razonable retorno en los fondos, tras despejarse las dudas sobre la estabilidad del euro y de la deuda soberana de los países del sur, entre ellos España, 2014 se presenta como una generosa prolongación. La banca de inversión apunta a España como el destino preferido dentro de Europa para obtener rentabilidad tanto en los mercados de deuda, con un recorrido importante aún en la prima de riesgo, como en los bursátiles, donde las empresas, todavía depreciadas, deben recoger los frutos de la recuperación de la economía. Pero la apuesta ganará interés y seguridad si antes de entrar en la calorina embriagadora del ciclo electoral, el Gobierno culmina todas las reformas que liberalicen los mercados y reduzcan al mínimo posible el gasto público.