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Tribuna
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Ofertas de seguros y deontología

La crisis general que padece nuestro país ha obligado a la inmensa mayoría de empresas a extremar ofertas y programar estrategias comerciales. En el caso de las mutuas y compañías de seguros, todas intentamos fidelizar asegurados y mutualistas, cualificar y personalizar servicios, controlar al milímetro la gestión y el gasto, y ponderar el precio de cada póliza hasta el último euro.

El sector de seguros en España ha sido siempre uno de los más rigurosos, eficaces y solventes en sus actuaciones. La libre y leal competencia forma parte intrínseca de su ámbito, donde unas reglas de juego iguales e imparciales para todos resultan totalmente obligatorias, y así ha sido a lo largo de los años.

Las guías de buenas prácticas y las de buen gobierno corporativo cuentan con cierta tradición en el sector. Las aseguradoras ofrecemos además reglamentos de los servicios de atención al cliente y, en general, procuramos mantener unos elementales criterios de transparencia y juego limpio. Intentamos, en suma, que las reglas sean las mismas para todos, porque es el único modo de que aseguradores y asegurados sepamos a qué atenernos.

Pues bien, en las últimas semanas se viene hablando de ciertas supuestas prácticas reprobables en que habrían incurrido determinadas oficinas bancarias. Parece que, al domiciliar el pago de uno de sus clientes a una aseguradora, aprovecharían la operación para contraofertar a esa misma persona un mismo tipo de seguro a un precio inferior.

Desde luego, la práctica no parece demasiado defendible, ni en lo ético ni en lo deontológico, aunque las generalizaciones siempre son odiosas y resulta difícil calibrar si es un ejercicio aislado de picaresca o algo ante lo que conviene empezar a preocuparse, y mucho. Algunos de nuestros mutualistas nos han comunicado que han recibido ofertas bancarias de ese tipo, de manera que empieza a ser recomendable, al menos, estudiar qué está pasando. Si se confirmaran un número razonable de casos, sería momento de tomar las medidas oportunas para erradicar esa práctica.

Ya en su momento, la moda de vincular la concesión de créditos o hipotecas a la contratación añadida de seguros de vida o de no vida fue cuestionada por muchos. Si ahora se confirmasen esas hipotéticas contraofertas, estaríamos ante una estrategia bastante menos defendible que la anterior.

En un mercado tan competitivo como el actual de los seguros, transigir con una práctica como esa, aunque se realice de forma marginal o en momentos puntuales del año, podría a la larga dificultar la supervivencia de muchas pequeñas empresas. No será el caso de A.M.A., por cuanto nosotros somos la única compañía nacional especializada en ofrecer seguros solo a los profesionales sanitarios y a sus familiares. Esa especialización hacia un colectivo tan significado y formado como es el sanitario (aunque puede afectarnos algo), no creemos que sea lo suficientemente importante como para desestabilizar nuestra empresa.

Ahora bien, quizá sea el momento de que las autoridades en materia de seguros, las propias compañías aseguradoras junto a su asociación empresarial, Unespa (que en teoría debería ampararnos), y las entidades financieras nos reunamos y sentemos las bases de unos principios básicos de actuación, un manual deontológico de obligado cumplimiento que nos permita a todos competir en igualdad de condiciones. Cuanto antes lo hagamos, más transparente y mejor será nuestro mercado.

Diego Murillo es presidente de AMA (Agrupación Mutual Aseguradora)

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