Las aguas vuelven a su cauce
La evolución de la deuda pública española dibuja de forma muy gráfica hasta qué punto ha cambiado la percepción sobre España desde el inicio de la crisis. El bono a diez años se situó ayer al filo del 4%, un límite por debajo del cual la deuda volvería a colocarse en el nivel más bajo desde octubre de 2010, año en que se desató la violenta tormenta en los mercados que ha asolado las economías periféricas. Los elementos que han propiciado este apaciguamiento y han devuelto la prima de riesgo a un entorno relativamente moderado son sobradamente conocidos. La batería de reformas estructurales que España ha acometido, la actuación extraordinaria del Banco Central Europeo (BCE) y la severidad del ajuste fiscal impuesto por Bruselas constituyen los grandes pilares que explican este cambio de tendencia.
A todo ello hay que sumar factores sobrevenidos que están ayudando a recomponer a pasos agigantados la confianza de los inversores en nuestro país. El primero de ellos es el constante goteo de datos macroeconómicos positivos y de previsiones optimistas sobre una economía que ha afrontado un proceso de devaluación interna excepcional tanto por su intensidad como por su rapidez. También comienzan a dar sus frutos reformas como la realizada en el sistema financiero, cuyo programa de saneamiento y reorganización se ha convertido en otra credencial externa de severidad y disciplina. Todos esos cambios se han traducido en la incipiente vuelta del capital extranjero, que se ha concentrado en la compra de deuda pública y en la búsqueda de oportunidades de inversión en sectores como el inmobiliario.
El camino recorrido hasta el momento por España ha exigido grandes dosis de generoso esfuerzo y de aplastante constancia. La evolución del déficit público hasta el pasado mes de agosto en la Administración central, las comunidades autónomas y la Seguridad Social –que se situó en el 4,8% del PIB sin contabilizar la ayuda financiera– apunta a que España podrá cerrar el año con la satisfacción de haber cumplido el objetivo marcado por Bruselas. Se trata de una excelente noticia, pero también debería ser un recordatorio del esfuerzo que ha exigido ese cumplimiento y del riesgo que supone levantar la guardia. El recordatorio que el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, hizo ayer a las comunidades autónomas, al exigirles que utilicen su margen fiscal “con responsabilidad”, constituye un aviso muy serio sobre el peligro que entraña para la consolidación de la mejora económica decisiones de política tributaria como la anunciada el lunes por la Comunidad de Madrid. El horizonte de la recuperación es aún incipiente y, por tanto, inestable. Dejar de perseverar en el esfuerzo es un lujo que la economía española no se puede permitir.