Por el Mediterráneo en un crucero boutique
El viaje en una suite de un barco de Azamara cuesta 3.284 euros. Se atienden todos los caprichos
Conocer la Toscana y los principales puertos de la Costa Azul sin moverse de un mismo hotel boutique es posible. Esa es la sensación que deja un viaje por el Mediterráneo con Azamara, una línea de cruceros que destaca por el tiempo que permite disfrutar en cada destino y por la atmósfera íntima, como de un club, que se respira en el barco. Y es que los pasajeros no se cuentan por miles. Son 694 como máximo, por lo que los bufés o las piscinas abarrotadas no son parte del paisaje.
Sí lo son, en cambio, el Ponte Vecchio sobre el río Arno y el Duomo de Florencia, una de las ciudades que se pueden visitar una vez que el barco atraca en el puerto de Livorno, su primera parada tras partir de Civitavecchia (cerca de Roma). Allí permanece dos días completos, por lo que da tiempo a visitar pueblos encantadores de la Toscana, como Lucca, y bodegas del típico chianti.
La primera noche en Livorno es quizá la más especial. El Teatro Goldoni de la ciudad abre sus puertas para acoger a los pasajeros del crucero y deleitarlos con un concierto de tres tenores italianos. Pero en este viaje todas las noches son únicas. Primero, por las excelentes opciones de restauración que ofrece el barco. El piso 10, el más alto, está repartido entre dos restaurantes de gran categoría: uno especializado en pescado y otro en carnes. Un piso más abajo está el bufé, que se distingue por las vistas de su terraza y por sus noches de comida temática: india, italiana, china... La otra alternativa para cenar es el restaurante Discovery, que todos los días varía su menú de platos de cocina internacional, muy variados, pero siempre muy elaborados. El servicio es uno de los aspectos más notables de todos los restaurantes (y de todos los rincones del barco). Da la impresión de que siempre hay una persona atenta a las necesidades de cada uno de los huéspedes.
Los shows musicales, las fiestas y el casino son otras de las razones por las que no hay manera de aburrirse al final del día. Y hay otro motivo por el que las noches son tan especiales: siempre terminan en un confortable camarote en el que es posible ver una película en una cómoda cama o salir a respirar aire de mar al balcón. En los baños, muy funcionales, el espacio no sobra, pero tampoco falta.
Despertarse, descorrer las cortinas y observar con los propios ojos la típica postal de Montecarlo es la gran sorpresa del tercer día de viaje. El buque atraca en el puerto muy temprano y a cinco minutos andando del centro de la ciudad. Por ello, el tiempo alcanza lo suficiente como para no perderse ninguno de los atractivos turísticos del Principado: el Palacio del Príncipe, la ciudad antigua donde reside la familia Grimaldi, la catedral, los jardines exóticos, el mítico casino y las tiendas de lujo que lo rodean. El crucero no parte hasta la mañana siguiente, por lo que es posible jugar al blackjack o a la ruleta al mejor estilo de James Bond hasta altas horas de la noche. Aunque quizá no es lo más recomendable si se tiene en cuenta todo lo que ofrece el siguiente destino: Niza.
La gran ciudad de la Costa Azul francesa, famosa por su Promenade des Anglais, invita a bajarse del barco cuanto antes y aprovechar el día al máximo. No solo para recorrer sus calles y visitar sus museos, sino también para realizar alguno de los tours que ofrece el crucero. Uno imprescindible es el del Saint Paul de Vence, la ciudad amurallada del siglo XVI donde vivió y murió el pintor Marc Chagall. Sus calles y casas de piedra atraen hoy a turistas de todo el mundo por su belleza y su gran oferta de tiendas de arte.
Los que prefieren días más tranquilos, pueden regresar antes al barco para relajarse en las hamacas de la piscina o en el spa. Acupuntura, tratamientos de belleza o antiestrés y un amplio repertorio de masajes son algunos de sus servicios. También hay una opción para los más deportistas: un gimnasio de amplios ventanales para hacer ejercicio sin dejar de disfrutar de las vistas del mar o de la ciudad de turno. A Niza sigue la más tranquila y exclusiva Saint Tropez. En este caso, el tamaño del puerto no permite bajar directamente a tierra. Un servicio de pequeños ferris llevan y traen a los viajeros durante todo el día. La mayoría, sin embargo, elige regresar al barco antes de las 20 horas para vestirse de blanco y llegar a tiempo a una de las veladas con más ritmo: la White Night Party, un clásico de los viajes de Azamara.
El último destino es la tercera isla más grande de Italia, famosa por ser el lugar que eligió Napoleón Bonaparte para exiliarse durante 300 días en 1814: Elba. Quienes la visitan, sin embargo, la recuerdan más por sus impresionantes bahías de aguas cristalinas.
El viaje en un camarote interior cuesta 1.970 euros; en uno con balcón, 2.554, y en una suite, 3.284 euros.