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Tribuna
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El salto tecnológico en América Latina

América Latina continúa siendo una de las regiones de mayor potencial de crecimiento económico en el mundo, aunque las circunstancias que le han llevado a esta avanzada posición están cambiando.

Hoy el escenario es diferente y la demanda de materias primas y los tipos del dólar son otros, por lo que mantener el crecimiento exige reformas estructurales que tornen más competitivas las economías de la región. Para hacer ese crecimiento económico sostenible, ahora más que nunca se ve la necesidad de apoyar un modelo basado en la economía del conocimiento, la innovación y la tecnología.

Estados Unidos, los países asiáticos y los europeos invierten entre el 2% y el 5% del PIB en ciencia, tecnología e innovación. En cambio en América Latina, a excepción de Brasil que invierte cerca de un 2%, la inversión en estas áreas no alcanza el 1%. Por otro lado, la inversión exterior directa que recibe América Latina en relación a la tecnología y la innovación, aunque haya aumentado, mantiene un porcentaje muy pequeño, y Asia también se adelanta en este sentido.

Sin embargo, América Latina está en el momento de dar el salto tecnológico y desarrollar un tejido industrial orientado a las soluciones y servicios de alto valor añadido. En este proceso, sector público y privado están llamados a trabajar juntos para conseguir una economía más competitiva, desarrollando conjuntamente proyectos de largo plazo, proyectos tractores que den impulso a sectores fundamentales para la economía como el de las infraestructuras (transporte, comunicaciones, energía, etc.), que supongan una inversión de futuro para cada país.

Pero nada de esto será posible si no se continúa trabajando para contar con una mano de obra de calidad, de profesionales cualificados, capaces de innovar y, por tanto, de desarrollar nuevas tecnologías que permitan atender las necesidades actuales de los países como modernizar las administraciones públicas, la sanidad, la seguridad ciudadana, las infraestructuras y crear soluciones y servicios competitivos en el mundo. Las tecnologías de la información son claves en la modernización de los países, así como para cambiar los procesos internos de las empresas y la gestión, en busca de la mayor productividad.

América Latina tiene la ventaja de poder evitar las etapas intermedias que se han vivido en otros países, aprovechar lo aprendido por ellos, y situarse directamente al nivel de la tecnología más avanzada en el mundo. Aun así, éste no deja de ser un proceso lento que puede acelerarse de la mano de socios industriales, de empresas y gobiernos que poseen el conocimiento y la experiencia, que apuestan por el talento y la innovación, y pueden establecer relaciones con empresas locales de trasferencia de conocimiento y tecnología.

En cualquier caso, cuando se piensa en tecnología, la exportación de lo realizado debe ser una ambición desde el primer momento. Por ello, la vocación de estas empresas ha de ser mundial, no local. En América Latina, en los últimos años, han surgido empresas que han conseguido abrirse mercado fuera de su país. De entre las 50 primeras sólo encontramos una en el área de tecnología y una en aeroespacial. El desafío, por tanto, es muy grande.

Pero esto puede cambiar innovando según las especificidades y necesidades particulares de cada país, como ha sucedido en otras latitudes. Sirva de ejemplo España que, debido a sus condiciones geográficas y sociales, tuvo que invertir en innovación en múltiples sectores para poder atender sus necesidades específicas. Así, se han desarrollado en este país sistemas de liderazgo tecnológico como uno de los sistemas de protección de fronteras más avanzados del mundo o sistemas de control de tráfico aéreo que hoy son exportados a más de 90 países.

En esta línea, las empresas españolas continuamos apostando por la región con toda nuestra experiencia y capacidad tecnológica. Todo lo expuesto son condiciones necesarias, pero no suficientes, para conseguir que ese salto tecnológico se traduzca en América Latina en desarrollo industrial y social, en exportaciones y en atracción de capitales. La estabilidad jurídica y las políticas fiscales y laborales también deben estar alineadas para alcanzar este objetivo.

Emilio Díaz es director general de Indra

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