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La industria fabrica una nueva prosperidad

España busca un lugar nuevo en un mundo muy distinto. Consumido el sector inmobiliario en su propia burbuja y falto de aliento el ámbito público, nuestro país emite las primeras señales de que, tras nueve trimestres consecutivos de recesión, se está gestando un nuevo ciclo de crecimiento económico. Pero será diferente a lo que hemos conocido hasta ahora. Algunos tratados de macroeconomía tendrán que ser reescritos y los analistas narrarán otras historias. “Este nuevo crecimiento no estará capitaneado por un reducido grupo de sectores, sino por un amplio número de empresas que serán líderes en su ámbito a nivel internacional. Esto permitirá tener unos cimientos productivos más diversificados y, por tanto, menos vulnerables frente a futuras eventualidades”, reflexiona Jordi Gual, economista jefe de La Caixa.

Palabras que llevan a entender que es tiempo de reorientar el rumbo de la economía española. Algunos analistas avanzan que el peso de lo industrial en España debería pasar del 15% del PIB al 20%. “En Alemania es el 25%. Tampoco resulta imprescindible alcanzar ese porcentaje. Con un espacio intermedio nos valdría”, opina Francisco Roger, socio responsable de automoción de KPMG. En ese 5% adicional habitan 52.500 millones de euros y miles de puestos de trabajo. ¿Cómo llegar allí?

En primer lugar, estamos recuperando gran parte de la competitividad perdida durante la última década. Es cierto que el ajuste se ha hecho por la vía dura, principalmente a través de los costes laborales (salarios), pero pocas opciones más le quedaban al país que recurrir a esa devaluación interna, sobre todo cuando la política monetaria depende de Bruselas. Es un medio y no un fin. “De momento estamos compitiendo en costes. Aunque la meta debe ser darle a la industria un valor añadido en forma de calidad, algo que tiene más arrastre, deja mayores márgenes y resulta más rentable para todos los agentes de la cadena productiva”, describe Daniel Pingarrón, analista de IG Markets.

El otro pilar que sostiene a la industria son las exportaciones. Sin su empuje habría sido impensable amortiguar parte de la caída de la demanda interna. De hecho, entre enero y julio, las ventas en el exterior alcanzaron el máximo histórico de 138.583 millones de euros. Y aquí “las grandes empresas –que pueden acceder con mayor facilidad a los mercados internacionales– son quienes más se han beneficiado”, apunta Jordi Gual. Además hay un dato que firma la propia Caixa y que sorprende. Las compañías de mayor tamaño tienden a ser más productivas que las medianas o pequeñas. “La razón reside en los rendimientos decrecientes a escala, que permiten reducir los costes unitarios a medida que aumenta el tamaño de la empresa”, asegura la caja catalana. Y apunta otra idea hasta hace poco impensable: “La gran empresa española es más productiva que la alemana”.

 INVERTIR MÁS

Incluso los números, que a veces nos resultan esquivos, acompañan. Mientras la producción industrial caía en julio en la eurozona un 1,5%, en España crecía poco, el 0,1%, pero crecía. También aumenta un 5% la inversión en bienes de equipo. “Tal vez lo peor de la crisis podría haber quedado atrás”, sostiene Patricia Alonso, experta de Norbolsa. Puede ser. Por ahora, “las compañías creen que es el momento de invertir más”, confirma Rodrigo García, analista de la casa de Bolsa XTB.

Sin el empuje de las exportaciones habría sido impensable amortiguar parte de la caída de la demanda interna. Entre enero y julio alcanzaron los 138.583 millones de euros

Tanto es así que el sector del automóvil recibirá 4.600 millones de euros. Esa es la cuantía comprometida en los próximos tres años por varias marcas extranjeras en diversas plantas nacionales. Esta elevada cantidad es la respuesta a un proceso de reindustrialización que recorre Occidente y que hace parada en nuestra industria del automóvil. Aunque quizá lo más valioso de esta tendencia sea que se están recuperando –“gracias a los ajustes laborales”, incide Javier Mena, profesor de macroeconomía de la Esade– modelos de coches que antes se fabricaban en otras factorías europeas. Esta relocalización, que beneficia a Ford en Almussafes (Valencia) y también a Opel en Figueruelas (Zaragoza), es un buen titular en estos tiempos.

De esos meses duros trata de desprenderse el Grupo Antolín, uno de los grandes nombres de la industria auxiliar del automóvil (el tercer sector que más exporta en España, por detrás de la fabricación de automóviles e industriales y el área química). Hablamos del primer productor mundial de guarnecidos de techos. Una firma que emplea a 14.300 personas y factura más de 2.700 millones de euros. Un gigante. José Manuel Temiño, su consejero delegado, habla franco: “La supervivencia de esta industria pasa por mejorar la competitividad y los costes frente a nuestros competidores”. Por ahora presume de buenas noticias: “Este año, el beneficio será mejor que el de 2012 [222 millones de euros]”. La esperanza llega incluso a los fabricantes, que son quienes peor lo están pasando. “Sabemos que existe una gran demanda latente para adquirir un vehículo nuevo a la espera de signos de mejoría”, observan en Hyundai.

Precisamente, sustentado en la esperanza, España (que es el segundo mayor fabricante de coches de Europa) ha lanzado el Plan 3 Millones para producir esa cifra entre 2015 y 2016, lo que permitiría incrementar un 1% el PIB y el 4% las exportaciones. El objetivo –quizá demasiado ambicioso– es duplicar las ventas de vehículos en casa. Pasar de 700.000 a 1.300.000 unidades.

Ya saben, “seamos realistas, pidamos lo imposible”, porque a veces la economía también sonríe. Quién iba a suponer que las empresas de alta tecnología serían capaces de crecer en plena recesión. Pues lo están haciendo. Y eso a pesar de que el gasto en I+D cayó en 2011 al 1,33% del PIB, frente al máximo histórico del 1,39%. A contracorriente, la facturación de las firmas manufactureras del sector de alta y media-alta tecnología llegó a 154.705 millones de euros en 2011, un 1,5% por encima del año anterior.

Entre las grandes empresas cotizadas hay muy pocas netamente industriales. Quizá solo Técnicas Reunidas, la compañía española con más negocio fuera

 En Hispasat –el octavo operador de satélites del mundo– lo celebran. El sector aeroespacial es una especie de Edén de la prosperidad. Para ello cuenta con Indra, GMV, Astrium Casa Espacio, Thales Alenia Space España, Rymsa Espacio, Sener o Mier. Lo interesante de esta lista es que pertenece a Carlos Espinós, consejero delegado de la firma de satélites. Es un reconocimiento –dentro de una de las industrias más competitivas del mundo– al buen hacer de los demás. Un gesto que son palabras. “Actuamos como tractor de la industria aeroespacial española. No solo incorporamos a nuestros satélites componentes fabricados aquí, sino que mantenemos acuerdos con las empresas que los construyen para comprometerles a que contraten en España parte de la carga útil de los satélites que vayan a fabricar en años posteriores”, desgrana el responsable de Hispasat.

También en la ingeniería Sener, una de las firmas que cita Carlos Espinós, miran a las estrellas con ilusión. Su filial de espacio ha contribuido a que los ingresos de explotación del grupo alcancen los 1.175 millones de euros en 2012. Un 1,3% más que durante el ejercicio anterior. Un porcentaje pequeño que es una victoria grande estos días complicados. “El próximo año y el siguiente serán duros para el sector, pero ya se han puesto en marcha medidas correctoras como la internacionalización y la entrada en nuevos mercados”, apunta Diego Rodríguez, director de espacio y defensa de Sener. India y, sobre todo, Latinoamérica aguardan. Estos territorios tienen que compensar que el Gobierno haya decidido recortar el gasto en I+D y su participación en diversos programas espaciales, de los que depende mucho esta industria. “Si continuamos por este camino, es inevitable una pérdida de peso político en el contexto internacional”, advierte el alto ejecutivo de Sener. Por tanto, hay que cebar la bomba.

“Un ingrediente básico para que el impulso del sector industrial no pierda fuelle es la inversión en tecnología e I+D”, aconseja Jordi Gual, de La Caixa. “En un entorno cada vez más competitivo y globalizado resulta imprescindible disponer de los recursos que permiten ofrecer los productos de última generación de la manera más eficiente posible”.

En esa recomendación encaja ­Jazztel, “que dispone de 600 millones de euros para llevar la banda ancha a Madrid y Barcelona”, señala Daniel Galván, experto del banco GBS Finanzas. A este viaje tecnológico también se suma Gowex y su wifi gratis, que ya ha instalado en 75 ciudades de todo el planeta. Y a finales de año –confirma Tania Roal, directora de operaciones de la compañía– estrena nuevos proyectos en Latinoamérica.

Porque es ahí fuera donde la industria española se juega la supervivencia. “La mayor parte de nuestro negocio se encuentra lejos de España”, recuerda José Antonio Cortajarena, director general ejecutivo de Gamesa. Lo saben sus cerca de 3.000 trabajadores, que construyen a diario un modelo de empresa que los economistas denominan de “integración vertical”. O sea, diseñar, fabricar, suministrar e instalar. Todo el ciclo. Así lo entiende Gamesa en su división de aerogeneradores. Donde ya tienen una potencia instalada de 27.000 megavatios en 42 países.

 FACTURAR EN OTROS PAÍSES

Ese elogio de la distancia lo ha interiorizado muy bien Ines, una ingeniería madrileña que logra proyectos en Irak, Chile o San Vicente y las Granadinas. Construyen carreteras, conservan el patrimonio cultural (han rehabilitado la bellísima Ciudadela de Erbil, en Irak) o trazan los cálculos de las estructuras que sostendrán edificios. “Antes facturábamos en un país, ahora lo hacemos en seis”, indica José Antonio Martín-Caro, director de la ingeniería.

Iniciativas que ayudan a reforzar el sector industrial y paliar sus debilidades. Entre las grandes empresas cotizadas existen muy pocas netamente industriales, al contrario que ocurre, por ejemplo, en la Bolsa alemana (Siemens). Tal vez la gran excepción sea Técnicas Reunidas, que tiene un nicho de negocio muy concreto (construcción de oleoductos) y que se ha convertido en la compañía española más internacionalizada, pues el 78% de su actividad y pedidos procede de fuera del país, según fuentes de la empresa.

Este mirar lejano es irrenunciable si queremos que la industria nacional no corra el riesgo de moverse entre el mejor y el peor de los tiempos. “La biotecnología nunca ha estado tan cerca de alcanzar el éxito como sector ni se ha enfrentado a un situación tan próxima al abismo”, advierte Jorge Barrero, adjunto a la presidencia de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio). ¿A qué se refiere? Tras años de crecimiento, el sector muestra síntomas de agotamiento. En 2011 representaba un 7,15% del PIB y era responsable de más de 202.000 empleos. Pero la falta de financiación (sobre todo vía capital riesgo), en una industria donde los proyectos son a largo plazo y consumen bastante capital, está ahogando a muchas iniciativas.

Muy lejos de estos desvelos económicos reside Repsol, que en 2012, con la ampliación de la refinería de Cartagena (3.150 millones de euros), firmaba la mayor inversión industrial de la historia de España y, con ella, la creación de 800 puestos de trabajo. Su, por decirlo así, contraparte, Cepsa, ya es la quinta empresa española por facturación (28.810 millones), tras Telefónica, la propia Repsol, Iberdrola y Endesa, demostrando la fortaleza del sector petrolero.

Este es el mapa de la industria española, a la búsqueda de su Santo Grial. “Para que este proceso de internacionalización y de redimensionar el tamaño de la empresa española, que ya ha empezado, se consolide es imprescindible una política industrial que facilite la colaboración y la fusión entre compañías, que no las penalice por su tamaño y que las ayude a superar los costes fijos iniciales en el salto a la arena internacional”, zanja Jordi Gual, economista jefe de La Caixa. Recetas valiosas para una industria y un país que buscan tiempos nuevos.

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