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Columna
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La mancha de Blackberry

El comienzo del nuevo milenio trajo un aparato como ningún otro. Más que un teléfono móvil, BlackBerry ofreció a los usuarios algo novedoso en la época floreciente del correo electrónico: la liberación de la mesa. Esto convirtió al dispositivo en el elegido por una clase rica y móvil. La desaparición de BlackBerry está teniendo lugar con el dispositivo como poco más que la marca de servidumbre de los trabajadores de oficina.

El viernes, la compañía anunció que dejaría de vender productos a los consumidores y que reduciría su inventario en casi mil millones de dólares, incluyendo cuatro nuevos modelos. La empresa canadiense recortará 4.500 empleos, el 40% del total, y la mitad de sus gastos de operación.

El aparato electrónico comenzó su vida en manos de altos directivos con sofisticados departamentos de tecnología capaces de soportar su complicada arquitectura. BlackBerry salió a bolsa en 1999 en pleno auge de la banca de inversión, cuyos profesionales se convirtieron en los primeros en adoptar el sistema. A partir de ahí, se extendió al mundo corporativo.

A medida que los trabajadores revoloteaban por las puertas de embarque prioritario de los aeropuertos concentrados en el pequeño rectángulo con el que jugueteaban, las masas tomaron nota. Las ventas se dispararon. La valoración de su fabricante, antes Research In Motion, alcanzó los 70.000 millones de dólares en 2007, ahora es de poco más de 4.000 millones.

Hubo indicios de problemas. Las interrupciones ocasionales del servicio expusieron las limitaciones de BlackBerry. El lanzamiento del iPhone de Apple en 2007 ayudó a completar la transformación de lo que una vez fue una herramienta corporativa en un producto de consumo.

Quedan algunos años hasta que los quisquillosos corporativos desmantelen las redes y sistemas operativos supeditados a este aparato. Eso, sin embargo, solo pone de relieve el alcance de BlackBerry. Ya no es un símbolo de élite, sino de contrato profesional.

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