Summers y los felices años 90
No solo fue una carta firmada por varios centenares de economistas, ni los cuatro senadores demócratas que anunciaron que votarían en contra de Summers. También la abrumadora mayoría entre los comentaristas financieros. O las posiciones de medios influyentes en el mundo financiero, como la agencia Bloomberg, el New York Times o el blog FT Alphaville. En realidad, casi todo el mundo parecía apoyar a Janet Yellen. A toro pasado, lo extraño es que Larry Summers fuese tan favorito.
Es un vicio de la profesión. Sobre el papel Summers era el candidato de los machos de Wall Street: mientras él estaba al mando del Tesoro (bien como número uno, bien como número dos) la banca se corrió la gran juerga desregulatoria de los años 90. Además, Summers colabora asiduamente con bancos de inversión. Yellen tiene, por el contrario, un perfil académico y vive en San Francisco.
Sin embargo, la realidad no es tan clara. Según una encuesta de la CNBC entre 47 economistas, banqueros y gestores de fondos, el 56% prefería a Yellen frente a un 12% de Summers. Ahora bien, el 58% pensaba que el elegido sería Summers. Similares resultados se obtuvieron en una encuesta de Bloomberg el mes pasado.
Si Summers fuese un siervo de Wall Street, o bien los chicos de Lower Manhattan se han vuelto repentinamente generosos (y prefieren un maestro estricto que uno que mire para otro lado) o bien las diferencias no eran tan evidentes. Es más, si Summers fuese un lacayo de los banqueros, no cuadra que dimita precisamente porque le acusan de ello (y sabiendas de que goza del apoyo del presidente).
Eso sí, Summers se posicionó en contra de la ley Volcker en 2010, y cuando estaba en el Tesoro se mostró tan favorable a acabar con la separación de banca de inversión y de depósitos como contrario a regular los mercados de futuros. Eso, además de una carrera por la Fed que ha durado casi tres meses, ha sido su perdición.
Pintar a Yellen como la mujer progresista de San Francisco es, también, de trazo grueso. Yellen está a favor de los estímulos monetarios y de tener muy en cuenta el empleo en la decisiones de política monetaria, pero Summers, en este sentido, tampoco es precisamente un halcón. Aunque, ciertamente, solo en la mente de los que ven Fox News y acumulan armas y oro tendría sentido nombrar a un halcón en estos tiempos. Bueno, también cabe en la mente de los chicos del Bundesbank, pero eso es otra cosa.
La gran ventaja de Yellen ha sido más sutil: que mientras uno ayudaba a sembrar en los años 90 la semilla de la crisis, a partir de 2000 era Yellen quien alertó sobre la subida de los precios de la vivienda y sobre el riesgo de contagio de las hipotecas subprime. Además, desde 2009 ha sido la economista de la Fed que más ha acertado al anticipar las tendencias económicas.
No es que tenga una bola de cristal, sino que ha demostrado entender bien la mecánica financiera y económica en estos tiempos. Summers es un brillante economista pero, como bien explicó Felix Salmon, la crisis también ha cambiado el papel que se espera de los banqueros centrales. No un bombero que salve a América del desastre en los 30 minutos finales de la película (Greenspan), sino alguien con capacidad para evitar dicho desastre. Es poco probable que el sucesor de Bernanke se encuentre con otro Lehman; su labor es evitarlo. Y Summers estaba marcado por el pasado; por el suyo propio y por la economía estadounidense de los años 90. No extraña así que haya tumbado su nombramiento buena parte del partido demócrata, en un movimiento quizá sobreactuado para purgar sus propios pecados de aquellos felices años 90.
Música contra la crisis. La mejor canción de los años 90, según NME, es Common People, de Pulp (revista inglesa, ya saben). Ahí va.
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