Un mercado hipotecario congelado
Aunque estemos acostumbrados a la desesperantemente duradera debilidad de la actividad inmobiliaria, los últimos datos sobre hipotecas nuevas constituidas dan vértigo. En junio cayeron un 42,2% en tasa interanual, el mayor tropezón del año, con solo 14.053 operaciones. Es la cifra más baja de la serie histórica –que arrancó hace diez años– y una caída mucho más pronunciada que el 29% del mes anterior. Mientras, el recorte del capital prestado se acerca al 48% y el importe medio baja el 9%. Con el fortísimo desplome de junio, que no es más que el reflejo de la anemia de la demanda nacional, las hipotecas acumulan ya 38 meses a la baja y completan un primer semestre con un descenso del 23,5% en número, y retrocesos del 27,4% en el capital prestado y del 5% en el importe medio frente a igual periodo de 2012.
Los datos del INE presentan también fuertes desplomes en los cambios de condiciones, en las novaciones, en el número de hipotecas que cambia de titular y hasta en las que cambian de entidad. Es decir, en todo el arco del sector.
Lo más preocupante es que a pesar de este desolador paisaje, que arroja números nunca vistos, no se atisba signo alguno de recuperación. El crédito cerrado, el desempleo disparado, el precio de la vivienda en lento desplome constante, la demanda hundida y la recesión pesando en la actividad son razones más que suficientes para entender la congelación del mercado inmobiliario, que tiene su manifestación más clara en este hundimiento de las hipotecas que no encuentra suelo. Para complicar más las cosas, los tipos de interés aplicados a las hipotecas siguen siendo elevados en relación al euríbor. El índice hipotecario de referencia está en torno al 0,55%, mientras el tipo medio de concesión de hipotecas en junio fue, según el INE, del 4,43%.
Ante este panorama, algunos expertos estiman que la sequía puede llevar aún a derrumbes del 50% en el número de hipotecas. Algo perfectamente factible porque, en parte por la elevadísima tasa de paro juvenil y en parte por una poco explicada costumbre nacional, los jóvenes españoles envejecen en su hogar de origen, con lo que permanecen durante mucho tiempo sin ser sujetos activos en el mercado inmobiliario. Solo el 22% de los menores de 30 años reside fuera de la casa de sus padres, una tasa de emancipación que también va a la baja: hace tres años era del 25,6%. Y además –en el caso de que no esté incluido en ese 56% de paro juvenil que asola a España–, un joven debe emplear hoy el 54% del sueldo para adquirir vivienda, una tasa aún muy elevada pese a ser 30 puntos más baja que hace cinco años a causa del ajuste del precio de la vivienda.
Así, estamos ante un círculo vicioso en el que la creación de nuevos hogares, desposeída también de ayudas a la compra, es la principal víctima. Y al que colabora un pobre mercado de alquiler que tampoco despega a causa del precio.