El Tesoro tiene la mayoría del trabajo hecho
El Tesoro ha llegado al último cuatrimestre del año con el ejercicio resuelto. Tras una estrategia de diversificación geográfica para buscar nuevos inversores, y apurando las posibilidades del mercado en cada emisión desde que a principio de año volvió el apetito por el papel que emitía España, ahora puede reducir el volúmen de las emisiones señaladas hasta el 31 de diciembre sin ningún temor, sin ningún estress. Evidentemente el Tesoro solo es un instrumento que ejecuta la búsqueda de la financiación ajena que precisa el Estado, y cuya mayoría del éxito depende de que la política económica y fiscal sea la acertada: aquella que devuelva a los inversores la certeza de que van a tener seguridad en sus apuestas si deciden comprar la deuda soberana española.
Tras los duros sacrificios exigidos a la ciudadanía con los recortes de gasto público, y los pasos dados en la Unión Europea hacia la unión fiscal y unión bancaria, así como el compromiso de la autoridad monetaria con la continuidad y estabilidad del euro, el mercado se ha convencido de que España es un país confiable, y que sus emisiones son seguras, además de contar con un plus de rentabilidades muy apreciable, que las hace muy atractivas. Pero el Tesoro ha hecho otra parte del trabajo, que más allá de apurar precios y tipos, se concentra en disponer de una base de tenedores equilibrada y segura, y en suavizar el calendario de emisiones adicionales, tanto en cantidades como en fechas, para que la financiación del Estado no tenga momentos de estres y dificultad. Bajar lentamente el tipo medio de emisión y subir lentamente la vida media de la deuda emitida viva, así como suavizar la longitud de onda de los volúmenes a emitir en cada momento es el trabajo perfecto para el Tesoro, algo que el español ha hecho bastante bien en los últimos tiempos.
Además de bajar el tipo medio de emisión, que proporciona un respiradero importante para cuadrar el déficit de este año y elaborar el presupuesto del año próximo (emitir todo un año con 100 puntos menos de prima de riesgo supone un ahorro de más de 3.000 millones), ha relajado el calendario de vencimientos, dando longitud a las emisiones nuevas, reduciendo el agobio de los cortos plazos y las refinanciaciones apuradas. Con una política fiscal creible y predecible, a la que tienen que colaborar las administraciones regionales, la labor del tesorero es más fácil; y si los tipos siguen flexionando a la baja, y arrancan 2014 con la prima de riesgo en los 200 puntos como estima el Gobierno, será más fácil todavía, aunque siga ampliando, como debe, el universo de compradores para la deuda.