_
_
_
_
_

Monarquías (in)sostenibles

Se habla a diario de la (in)sosteniblidad del sistema de pensiones en un continente como Europa donde la esperanza de vida no cesa de aumentar. Pero las Casas reales no son ajenas a esa creciente longevidad. Y el impacto presupuestario del fenómeno aporta nuevos argumentos a partidarios y detractores de la monarquía.

Los monárquicos pueden invocar como señal de modernidad la secuencia de abdicaciones (Holanda, Bélgica...), prueba de que las Casas reales han entendido que "reinar hasta la muerte" no tiene mucho sentido en una época en que alcanzar los 80 o 90 años de vida ya no es tan excepcional, sobre todo, entre personas que disponen de todos los cuidados y atenciones.

Para los republicanos, en cambio, es probable que la creciente presencia de monarcas eméritos o jubilados simbolice más que nunca el anacronismo de un cargo público hereditario.

Desde hoy, por ejemplo, Bélgica se verá obligada a mantener tres familias reales, con cinco miembros del máximo nivel en total: el rey Felipe, que ha asumido hoy el puesto, y su esposa Matilde; el rey Alberto II, que ha abdicado, y su esposa Paola; y Fabiola, la reina viuda de Balduino.

A ello se añaden, con cargo también al presupuesto desde 1993, sean herederos o no. La familia real aprovechó entonces el schock de la inesperada muerte de Balduino (en España) para arrancar al Gobierno de la época unos sueldos espectaculares.

"Reconozco que me equivoqué", ha declarado este mes el entonces primer ministro Jean-Luc Dehaene. "Debería haber dicho No y mantener la tradición: solo el rey, la viuda y el príncipe heredero [tenían derecho a dotación presupuestaria]".

Craso error, en efecto, porque ahora Bélgica se encuentra con dos reyes, tres reinas, una princesa heredera y cinco príncipes. Una factura muy abultada para un país que se expone a una sanción a final de año, por incumplimiento del Pacto de Estabilidad, si no recorta el déficit público a los niveles exigidos por la UE.

Esas estrecheces presupuestarias han reducido drásticamente la capacidad de negociación salaria de los monarcas. Al rey saliente se le ha fijado una dotación anual de 923.000 euros, la mitad de lo que logró Fabiola hace ¡20 años! Además, la familia real empezará a pagar el IRPF, lo que a Alberto y Paola les puede suponer hasta 200.000 euros y a los príncipes allegados unos 90.000 euros cada uno. De paso, todos han perdido el privilegio de no pagar IVA.

De modo que la abdicación, como casi todo en esta vida, tiene varias lecturas. Por un lado, la retirada a tiempo del monarca de turno, como ocurre en Holanda, permite al heredero "subir al trono" en plenitud de facultades.

Y evita situaciones tan estrambóticas como la de Reino Unido, donde el príncipe cumplirá este año 65 años sin haberse estrenado en el papel para el que, supuestamente, se le preparó durante toda su juventud y madurez.

Por otro, la especie de "eutanasia legal" que se ha visto hoy en el Palacio Real de Bruselas socava un poco más el escaso aura que le queda a una institución centenaria. Y expone a la realeza al crudo tratamiento de cualquier organismo público, a los que debe exigirse, según las teorías imperantes, eficiencia y rigor presupuestario. Unos objetivos que compaginan mal con un árbol genealógico lleno de ramas y caro de mantener, y al que cada vez se le extraen menos frutos.

Foto: el rey Felipe, tras jurar su cargo en el Parlamento vuelve al Palacio Real (B. dM., 21 de julio 2013).

Archivado En

_
_