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Editorial

Sanear más rápido para recuperar más rápido

La economía española ha sufrido una de las más virulentas crisis económicas de la historia reciente, porque antes había disfrutado de uno de los más longevos periodos de crecimiento, con muy buena parte de él sostenido con el recurso fácil a la deuda bancaria, que únicamente podía ser suministrada con endeudamiento externo. Y ahora, para corregir los excesos, está encajando uno de los más dolorosos saneamientos de las variables que movilizan la actividad económica, para poder recomponer unas bases de crecimiento que reactiven el empleo lo antes posible. Los informes sobre el punto en el que está la recomposición de la economía (el think tank EuropeG ha elaborado uno muy detallado y riguroso que ha sometido a debate de un selecto grupo de economistas) revelan que se ha hecho la mitad del recorrido, con desigual avance en unas variables y en otras, pero que queda una porción notable de ajuste sin el cual la economía tendrá un crecimiento pobre, puesto que las palancas tradicionales de la demanda mantendrán un periodo largo de pasividad.

España acumula seis años de crisis cubiertos con dos recesiones casi sin solución de continuidad, y tiene seis millones de desempleados. No puede, por tanto, esperar a que los desequilibrios se corrijan por la evolución vegetativa tradicional, puesto que los administrados exigen soluciones antes a los administradores, tanto a los políticos como a los empresariales y financieros. Y dado que España pertenece a un club monetario que ha contribuido a sostener la verticalidad del país y sus finanzas, depende en buena parte de los avances que en los mecanismos de solución de crisis se pongan en marcha en las capitales europeas.

Aunque de forma lenta al principio de la crisis y acelerada ahora, la economía española ha corregido sus niveles de costes laborales y ha recompuesto los estándares de competitividad de sus bienes y servicios en el exterior hasta batir récord de exportadores y convertir la demanda externa en la tabla de salvación más segura en medio de la crisis. Además, el mercado ha purgado una muy buena parte de los excesos de los precios inmobiliarios, y los activos residenciales podrían estar ya en disposición de ser de nuevo acometidos por los compradores.

Pero bajar los precios de los inmuebles no es sinónimo de bajar el endeudamiento de los hogares ni de las empresas, que junto con la deuda pública y la refinanciación de la deuda bancaria siguen constituyendo el nudo principal para desatascar definitivamente los conductos de la economía. La deuda privada concedida por la banca se ha reducido de una forma notable, pero queda al menos otro tanto, a juzgar por el análisis de los expertos y de la propia banca, para poner a los agentes no financieros residentes en disposición de acometer nuevos proyectos de inversión que reactiven la economía.

Sin embargo, el desplazamiento del apalancamiento privado, en absoluto resuelto, hacia una naturaleza pública ha mantenido la deuda externa exigible muy cerca del billón de euros, y por encima del 90% del PIB, cuando la Unión Europea recomienda no más de un 35% para ser financieramente sostenible. Además, la naturaleza de exigible en el corto y medio plazo en una muy buena parte, sobre todo la que está en manos de la banca, dificulta su manejo, y todo está de momento en manos del BCE o de un funcionamiento perfecto, disuasorio y resolutivo de la unión bancaria en Europa.

El Gobierno parece haber optado, porque lo exhibe como un trabajado triunfo, por esquivar los mecanismos de rescate europeos, salvo para la banca nacionalizada, que ha absorbido algo más de 40.000 de los 100.000 millones habilitados para ello por los socios europeos. Pero tiene que trabajar para acelerar el saneamiento tanto de las finanzas públicas (reduciendo el déficit más aceleradamente de lo exigido) como privadas. No hay más alternativas para ello que el crecimiento, que hoy por hoy se antoja modesto para una temporada larga. Deberá, por tanto, intensificar las reformas que afectan a los costes de factores y a los mercados de bienes y servicios para estimular la demanda y abaratar la oferta y ensanchar el crecimiento potencial.

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