La eólica no debería pagar dos veces
El documento con el que el Ministerio de Asuntos Exteriores busca recuperar la confianza inversora en nuestro país lo dice muy claro: España es líder mundial en energía eólica y tiene un importante tejido industrial, con presencia internacional en todo el mundo. Mientras tanto, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo anuncia una nueva reforma energética que, en función de cómo se plantee, podría tener un grave impacto en el ya golpeado sector.
Desde que empezó el año y se adoptaron las últimas medidas en relación al sector eléctrico –que han afectado casi en exclusiva a las renovables y, particularmente, a la eólica– se han perdido 3.600 empleos en el sector eólico, lo que supone la destrucción de 25 empleos eólicos al día. Se han cerrado nueve fábricas, poniendo en riesgo empleos en zonas donde en ocasiones no hay otro medio de vida. Y todo el sector está inmerso en un plan de ajuste.
Tal es la dureza del castigo, que parece que la eólica es responsable del déficit tarifario, cuando la realidad es muy otra. En 2012 el sector generó el 17% de toda la electricidad consumida en España y su retribución total representó solo el 11% de los costes totales del sistema.
Es más, el sector eólico lleva pagando esa culpa que no es suya desde que se puso en marcha en 2009 un registro de preasignación diseñado para otras tecnologías. En 2010 llegó un recorte de primas del 35%. En 2012, la moratoria verde. Lo que nadie podía imaginar entonces es que lo que quedaba por venir sería aún peor. Pero así ha sido.
¿Las razones? En primer lugar, la coyuntura económica: una crisis de la demanda que ha puesto en el foco las ineficiencias del sistema. Pero, ¿qué culpa tiene la eólica? ¿Por qué tomar medidas que desmantelen un sector modélico? ¿Por qué tenemos que resolver con prisas un problema de hace muchos años en el peor momento de la crisis?
Lo que nos jugamos es mucho. Según sea el resultado de lo que salga de la próxima reforma energética, el sector podrá contribuir a sacar a España de la crisis o, por el contrario, se acelerará el cierre de fábricas y la destrucción de empleo y, muy probablemente, veremos cómo otros países toman el relevo del sector eólico español en el mundo. Nuestras peticiones son simples. Que las medidas adoptadas sean temporales, ya que se han puesto en marcha para resolver el déficit de tarifa y porque no hay suficiente demanda. Y que el impacto en los ingresos de estas medidas sea compensado alargando la vida de las primas eólicas más allá de los 20 años actuales.
Nos gustaría pedir también que la reforma tuviese vocación de largo plazo y que se hiciese a través de una ley y no de un real decreto-ley, de manera que el sector pudiese opinar. Y que no viniese marcada por prejuicios o presiones interesadas de terceros, sino con vocación de que España camine con paso firme hacia un futuro independiente en materia energética.
El eólico es un sector que se ha desarrollado siempre de acuerdo a los objetivos del regulador y que, poco a poco, se ha consolidado como una de las primeras tecnologías del sistema. Evita importaciones de combustibles fósiles por más de 1.000 millones de euros anuales y, por lo tanto, frena el deterioro de la balanza comercial española y el déficit público. Exporta tecnología de vanguardia por más de 2.000 millones de euros. Abarata el precio de la electricidad al desplazar a otras tecnologías más caras, lo que redunda en una rebaja de la factura de la luz. Ha revitalizado zonas desfavorecidas, como lo son muchos de los cerca de 1.000 municipios españoles en los que los parques eólicos han creado riqueza y empleo. Y ha desarrollado una industria que crea valor en todos los eslabones de la cadena de producción y que cuenta con varias empresas líderes mundiales entre sus filas.
España se enfrenta a un futuro complejo: la energía es un bien escaso y los precios de los combustibles fósiles que importamos no van a bajar. En el otro lado de la balanza, tiene una energía, la eólica, que es autóctona, inagotable y limpia, y que está muy próxima a ser competitiva sin necesidad de incentivos.
Es el momento de que España dé un paso adelante y apueste por sectores que le ayuden a definir un nuevo modelo productivo, como el eólico. Sectores industriales con productos de valor añadido y alto contenido tecnológico, que crean empleo cualificado y riqueza, sectores que contribuyan al crecimiento de España. Como el eólico.
Luis Polo es Director General de la Asociación Empresarial Eólica (AEE)