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Columna
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El triángulo del espionaje

Los fiscales estadounidenses han puesto el foco en el fabricante chino de turbinas eólicas Sinovel por el presunto robo de secretos de un rival estadounidense. La amenaza de una multa de 4.800 millones de dólares para una empresa con unos activos totales de 4.600 millones suena potente. Sin embargo, no habla de las condiciones económicas que hacen de China un objetivo de las acusaciones de robo de ideas.

La empresa eólica estadounidense AMSC afirma que Sinovel robó un código fuente de su software, y lo utilizó realzar sus propios productos. El viernes, Sinovel no había respondido todavía a los cargos. Pero las afirmaciones de AMSC echan más leña al fuego entre los políticos que defienden un punto de vista más amplio: que en términos de relaciones empresariales, China no juega según las normas.

Según el triángulo del fraude esbozado por el criminólogo Donald Cressey en la década de los setenta: en las tres esquinas se sitúan la presión, la racionalización y la oportunidad. La combinación permite a la gente cometer fraudes –o tal vez realizar espionaje corporativo.

A medida que la economía se ralentiza, las empresas chinas están bajo mucha presión. También existe en este ámbito la racionalización puesto que los políticos chinos pintan al país como aquel que lleva las de perder en la economía. Las oportunidades van en aumento. El correo electrónico y las redes han aumentado las posibilidades de que los gobiernos y las empresas hurten datos.

Con las autoridades en este caso, la firma de estadounidense AMSC puede tener una esperanza de recuperar al menos parte de los 800 millones de dólares que estima haber perdido. Pero, a medida que la economía de China se ralentiza, es probable que el triángulo se vuelva más agudo –y estos casos solo se volverán más comunes.

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