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Columna
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La rentabilidad, la nueva amenaza

En mayo, la rentabilidad de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a 10 años subió un 27%. Para los valores comparables de Alemania, Japón y el Reino Unido la revalorización fue del 25%, del 42% y del 19% respectivamente.

Incluso después de la subida, los rendimientos siguen siendo bajos en términos históricos: desde 0,8% en Japón hasta el 2,1% en Estados Unidos. Los inversores siguen recibiendo un mal trato, en el mejor de los casos apenas superan la inflación real o la prevista. No obstante, la alegría de los prestamistas ante la mejora se ha visto ahogada por los gritos de alarma.

Los analistas están preocupados por las pérdidas de los bancos en sus inversiones en bonos. Los aumentos repentinos y volátiles de la rentabilidad podrían ser también duros en las mesas de negociación. Mientras que los bancos suelen ganar a partir de una curva de rendimiento más pronunciada (una mayor diferencia entre los tipos a corto y largo plazo), la transición de una curva relativamente plana puede traer grandes pérdidas a los hedge funds mal diseñados.

A los observadores estadounidenses les preocupa que el todavía frágil negocio de la vivienda siga estando gravemente herido si los dueños ya no pueden refinanciar sus hipotecas a 30 años, y los compradores se enfrentan a unos pagos mensuales más altos. En Europa, el principal temor es que el aumento de los rendimientos de la deuda de las naciones fuertes haga que la recaudación de fondos sea aún más cara para los miembros más débiles de la zona euro.

Los bancos centrales, que ven frustrados sus esfuerzos por mantener la rentabilidad en niveles bajos por la peculiar lógica de los mercados financieros.

La lista de preocupaciones tiene suficiente sustancia como para resistir un juicio melancólico. Las autoridades seguirán tratando de reprimir la renabilidad. Si no lo consiguen, es muy probable que se produzca una nueva crisis financiera.

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