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La CE no es la única culpable de la troika

Se acerca el momento del ajuste de cuentas por los desastres de la troika. Y las partes implicadas se están desmarcando del fiasco para cargar toda la responsabilidad en la Comisión Europea.

El Fondo Monetario Internacional amaga con un mea culpa pero achaca los errores a las instituciones comunitarias. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se desentiende y dice que el FMI no le ha criticado. Y el Gobierno alemán, que en mayo de 2010 impuso la creación de la troika, guarda silencio, pendiente solo de su cita con las urnas el próximo mes de septiembre.

Inevitable pues que la Comisión Europea se lleve todos los palos. Tiene lógica, porque es la institución más visible de la troika. Pero injusto. Bruselas es cómplice necesaria del desastre por omisión y dejación de responsabilidades. Pero difícilmente se le puede acusar de la autoria material y menos de la "intelectual".

El gran error de la Comisión ha sido dejarse arrastrar sin protestar por las disparatadas instrucciones de Washington, Fráncfort y Berlín. Peor aún. Cuando esas tres capitales empezaron a percibir la debacle y a matizar su posición, la Comisión se aferra en solitario y con fe de conversa a unas recetas que ya nadie defiende.

Bruselas va a pagar caro ese empecinamiento, atribuible en gran parte a un fallo de olfato en el siempre perspicaz presidente de la CE, José Manuel Barroso. Y a la ofuscación de un comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, cada vez más desbordado.

La sentencia, pues, parece dictada. El organismo comunitario quedará como responsable político de un desastre que intentó evitar.

A comienzos de 2010, con Joaquín Almunia todavía como comisario de Asuntos Economía, la Comisión luchó para evitar la entrada del FMI en la zona euro, como se contó en su día. En mayo de aquel mismo año, con Rehn ya como comisario de Economía, la CE todavía defendió una solución para Grecia basada en la solidaridad y no en el castigo, así como la creación de un fondo de rescate verdaderamente europeo.

La canciller alemana, Angela Merkel, se negó e impuso la concesión de préstamos bilaterales a Atenas (con tipos de interés punitivos) y la creación de un fondo intergubernamental al margen de la Comisión.

La tardía reestructuración de la deuda griega, el otro gran "fallo" que denuncia ahora el FMI, tampoco tuvo su origen en Bruselas. Fue el Banco Central Europeo quien la impidió aduciendo, probablemente con razón, que podría tener unas consecuencias catastróficas para el resto de la zona euro. Y en este caso hay que decir que Merkel sí que abogó por la quita de la deuda, a pesar de que los bancos alemanes estaban entre los principales acreedores. De hecho, acabó imponiéndola un año después.

Las "culpas", por tanto, están muy repartidas. Pero el FMI se librará porque para ese organismo Grecia no es más que otro paciente que se le ha muerto en el quirófano. Del BCE nadie parece acordarse y su presidente de entonces, Jean-Claude Trichet, siempre podrá decir que frenó la reestructuración para salvar el euro. Y el juicio de Merkel, lo hiciera bien o mal, corresponde a los alemanes.

Así que solo queda la Comisión como chivo expiatorio para todos. Quizá algún día, sus actuales miembros se arrepientan de no haber plantado cara a las capitales que arrastraron al descrédito al organismo comunitario. Pero será tarde. El tiempo ya les habrá borrado de la faz de Bruselas.

Foto (con móvil): Cartel de la película de Fernando Colomo en el Café Manuela, de Malasaña (B. dM., 27 abril 2011)

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