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La vuelta al ruedo de Rajoy

Nadie lo hubiera dicho hace solo unas semanas cuando se anunció la visita de Mariano Rajoy a Bruselas. Pero el presidente del Gobierno español y su cuadrilla de siete ministros han salido hoy por la puerta grande de la Comisión Europea.



Se esperaba un encuentro tenso entre el ejecutivo español y sus homólogos del organismo comunitario. En cambio, Rajoy se ha marchado de Bruselas más vivo que nunca en lo que va de legislatura. Y probablemente, con libertad suficiente para llegar hasta las próximas elecciones (¿en 2015?) sin acordarse demasiado de la Comisión ni de su presidente José Manuel Barroso.

¿A qué se debe el cambio? Nadie en la capital europea se atreve a dar una respuesta definitiva ni concluyente. Pero las fuentes consultadas apuntas varias explicaciones.

De entrada, un dato objetivo: la situación financiera se ha estabilizado, aunque no del todo, en España y en el conjunto de la zona euro, lo que permite a Bruselas y al resto de capitales mantener una actitud más relajada.

En segundo lugar, el Gobierno puede demostrar con datos que algunos de los desequilibrios macroeconómicos que preocupaban a Bruselas se están corrigiendo (como el déficit de la balanza exterior o la subida por encima de la media de los costes laborales unitarios).

Otras fuentes aseguran que el equipo de Rajoy ha logrado ganarse la confianza no solo de Bruselas sino también de Alemania y el resto de socios de la zona euro. Unos socios que, según esa versión, observaron con gran preocupación los titubeos iniciales del ejecutivo español hasta el punto de desencadenar un rescate bancario (el 9 de junio de 2012) y presionar para un rescate completo. "El año pasado hubo algunos momentos en que se pensó que España se iba hacia un precipicio y que arrastraría a todo el resto", recuerda un diplomático.

Aparte de estas evidencias o apreciaciones sobre la gestión del Gobierno, parece claro también que Madrid se ha beneficiado del cambio de orientación de la política europea, marcada en los próximos meses por dos citas con las urnas: las elecciones en Alemania (septiembre de este año) y las del Parlamento Europeo (mayo 2013).

Las primeras han obligado a la canciller Angela Merkel a bajar el pistón en su política europea para volcarse en la campaña nacional. Berlín quiere calma durante los próximos meses, aunque sea a costa de reconciliarse (temporalmente) con el presidente francés, François Hollande, o de olvidarse (temporalmente, también) de los países altamente endeudados al sur de Europa.

Los comicios europeos, por su parte, han disparado las alarmas sobre el riesgo de que el descontento popular por la crisis se materialice en un voto de castigo a Bruselas. La Comisión Europea, chivo expiatorio más propicio, ha empezado a desmarcarse de unas recetas que no han dado el resultado previsto y que amenazan con fomentar un eurodesapego difícilmente reversible.

Por último, sea cual sea el resultado de esas elecciones, la votación marcará probablemente el final de la actual Comisión Europea, aunque su mandato oficial no expire hasta el 31 de octubre.

Ni Barroso ni sus comisarios parecen ya con ganas de enfrentarse a ningún país. Sobre todo, desde que no reciben más que improperios por hacerlo, tanto de los países vigilados como de los vigilantes. El Gobierno de Rajoy, curiosamente, es uno de los pocos aliados que le quedan a Bruselas para defender su agenda de integración europea en un momento de claro desapego continental. Y ese factor también ha influido para que hoy se invirtieran las tornas en el ruedo comunitario: Rajoy dio la vuelta al ruedo ante unos comisarios europeos para los que está a punto de sonar el tercer aviso.

Foto: Rajoy oculta la figura de Barroso (B. dM., 5 de junio 2013).

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