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El fiasco del AVE entre Bélgica y Holanda

El tren de gran velocidad se ha convertido en una estampa tan familiar en Europa que a veces se olvida el enorme desafío ingeniero y logístico que hay detrás de su construcción y mantenimiento. Bélgica, uno de los países mayor tradición ferroviaria del mundo, acaba de comprobar que el éxito del AVE no siempre está garantizado.

El viernes (31 de mayo), la "renfe" belga (SNCB) puso el punto final definitivo a su nuevo proyecto de conexión de alta velocidad entre Bruselas y Amsterdam, solo seis meses después de que el primer convoy cubriera el trayecto el pasado 9 de diciembre de 2012.

Un fiasco de decenas de millones de euros que enfrentará en los tribunales a la SNCB y la compañía italiana AnsaldoBreda, suministradora de una serie (V250) bautizada comercialmente con el nombre de Fyra.

El vistoso tren (de ocho vagones, con capacidad para 546 pasajeros) apenas circuló un mes y se convirtió en una pesadilla para los miles de viajeros que cruzan cada día la frontera entre Bélgica y Holanda. Tras continuas interrupciones en el servicio, el 17 de enero de este año, la SNCB y su compañera de fatigas holandesa, HS Speed, suspendieron temporalmente la conexión internacional (aunque el Fyra sigue funcionando entre Amsterdam y Breda).

AnsaldoBreda atribuyó los percances a la climatología, por la nieve caída durante las semanas en que el Fyra intentó alcanzar a trompicones sus 250 kilómetros de velocidad. Pero los consultores externos contratados por las dos operadoras aseguran que los problemas detectados afectan al sistema de frenado, las baterías o la falta de protección en los cables eléctricos. "Estos trenes no funcionan y AnsaldoBreda debe reconocerlo", señaló el viernes el consejero delegado de la SNCB, Marc Descheemaecker

La operadora belga calcula que se tardaría hasta dos años en llevar a cabo las reparaciones necesarias para poner en marcha de nuevo un Fyra que ya arrancó con cinco años de retraso sobre el calendario previsto inicialmente.

La SNCB ha preferido romper el contrato con la compañía italiana e intentar recuperar los 37 millones de euros pagados por los tres convoyes V250 entregados. Los holandeses aún no se han pronunciado, pero su problema es aún mayor porque compraron 16 unidades del Fyra.

Ansaldo Breda (del grupo Finmeccanica) se declara sorprendida por el desenlace y acusa a la SNCB de falsear la realidad y de romper el contrato "no por razones técnicas, sino de otro tipo", en aparente alusión a la falta de entusiasmo de los belgas por el proyecto.

La prensa local reparte culpas y habla de un proyecto gafado desde el principio, por los intereses divergentes entre la SNCB y HS Speed y la necesidad de rebajar enormemente los costes del Fyra para poder competir con Thalys, el otro tren de gran velocidad que atraviesa el Benelux.

Los jueces tendrán que dirimir las responsabilidades del tremendo fiasco. Pero la lección parece clara: el buen funcionamiento de la red de alta velocidad no se logra por casualidad. Ni siquiera en un país con tanta experiencia como Bélgica que fue el segundo del mundo, después de Reino Unido, en desarrollar el ferrocarril en el siglo XIX y por cuya red circulan de media 3.700 trenes cada día que transportan 750.000 pasajeros.

Imagen (tomada de la web raylway-tecnology): El tren Fyra.

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