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El presupuesto, cuestión de prioridades

Estas queridas fechas en las que toca rendir con Hacienda son un buen momento para pensar a qué destinamos, y a qué no, nuestros impuestos. Según la doctrina de que no hay dinero, hemos visto cómo se han recortado, motosierra mediante, ayudas a personas dependientes, fondos para investigación, se ha amagado con cerrar urgencias sanitarias o se han subido todos los impuestos.

Quizá, más útil que entrar en discusiones circulares sobre si hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, o sobre si una familia puede o no gastar más de lo que gana, pueda ser interesarse sobre qué se gasta dinero el Estado y en qué no.

No solo hablo del rescate a Bankia y otros bancos (o, mejor dicho, del rescate a sus acreedores), algo que mal que bien todo ciudadano sabe que paga con sus impuestos. Tampoco del inminente rescate de las autopistas, que supondrá enterrar varios miles de millones de dinero de nuestros impuestos para ingresar en empresas que llevaron a cabo proyectos tan absurdos como construir autopistas de pago al lado de autovías gratuitas.

Podemos tomarnos la molestia de leer el BOE (o, al menos leer al alguien que sí se lo lea) y ver para qué sí hay dinero. Aun con retraso de meses, la ley de presupuestos siempre nos da alguna sorpresa, que cuantitativamente no suele ser tan significativa como los lamentables "rescates" citados, pero sí indica bien el funcionamiento de este país. Y ya después hacemos la declaración.

Ejemplo: los eventos de interés especial. Son acontecimientos que, al obtener esta calificación del Ejecutivo, gozan de los máximos beneficios fiscales previstos por la normativa. Particulares o empresas podrán deducirse del 35% al 40% de las donaciones realizadas a los consorcios que patrocinan estos eventos. Además, se podrán deducir el 15% de los gastos que, “en cumplimiento de los planes y programas de actividades establecidos por el consorcio o por el órgano administrativo correspondiente, realicen en la propaganda y publicidad de proyección plurianual que sirvan directamente para la promoción del respectivo acontecimiento”, según la normativa.

Uno podría pensar que estos acontecimientos de especial interés son eso, eventos excepcionales, que justifican el aporte de dinero público en tiempos de escasez porque los beneficios comunes que traen lo justifican.

Ésta es la lista de eventos especiales incluida en el BOE del 28 de diciembre.

Como es patente, todos estos acontencimientos son clave para el futuro desarrollo de la economía y/o la sociedad españolas. Pero no son los únicos que tendrán beneficios fiscales. Rebuscando un poco más, el propio ministerio nos ofrece una lista actualizada de estos eventos de interés especial, la mayor parte de ellos aprobados en los presupuestos de 2012. Aquí están: 

Hay, además, algún programa activo heredado de años anteriores, como los dedicados a los mundiales de baloncesto y balonmano o el aniversario de El Greco. 

No voy a valorar hasta qué punto los 500 años de bula papl o o la Barcelona World Jumping Challenge (creo que son saltos de caballos) merecen o no fondos públicos. Me llama la atención que algunos de los acontecimientos citados no tengan ni siquiera página web propia, pero bueno, eso serán manías mías.

Lo que sí importa más es la aparente alegría con la que se aportan prebendas, y la falta de transparencia sobre el coste para el erario público. Si el Estado considera que todos estos eventos merecen ser pagados parcialmente con nuestros impuestos, como por ejemplo el Año de la Neurociencia, podría asignar una partida presupuestaria al respecto. Al canalizar la subvención de forma indirecta, solo conocemos el coste para el contribuyente a toro pasado. Eso, con mucha suerte.

Gracias a Jaume Viñas, entre las 250 páginas de la memoria tributaria de 2010 puedo encontrar qué paso en 2009 (hace cuatro años, pero es el último dato disponible) con las subvenciones a estos actos de especial interés: 103 millones de euros. No, no es una cantidad que nos vaya a arreglar el déficit. Pero, por comparar, las deducciones por investigación y desarrollo sumaron 327 millones de euros. O las deducciones por protección al medio ambiente, 34,4 millones. En fin, solo es una ínfima parte de lo que podríamos haber ahorrado en aeropuertos vacíos, líneas de alta velocidad vacías o cajas mágicas vacías. Pero es dinero.

Aunque, quizá, puestos a tirar el dinero en infraestructuras, quizá el récord no por cantidad sino por estupidez, esté en manos del circuito profesional de BMX construido en Madrid. Hicieron uno para Madrid 2016 en un extremo de la ciudad: 2,5 millones del ala para esto. Y para 2020, nada mejor que planear un segundo circuito de BMX, con un coste de otros ocho millones porque, claro, el circuito inicial es ya un campo de malas hierbas. Porque evidentemente, en España ni nos hemos planteado que Madrid renuncie su candidatura olímpica. Faltaría más.

Música contra la crisis. John Cochran, Summertime Blues

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