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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Beneficio empresarial de menos a más

Las grandes empresas cotizadas españolas, las que conforman el principal índice selectivo de la Bolsa, han presentado los resultados de su negocio en los tres primeros meses de 2013, que anticipan ya algunas pistas sobre el momento en el que está la actividad económica y empresarial y sus estimaciones para todo el año, aunque estas no puedan considerarse en modo alguno concluyentes. En el primer trimestre, a falta de conocer las cuentas de unas pocas empresas, los beneficios han descendido en términos interanuales un 14,8%.

No son los mejores resultados del mundo, puesto que arrastran la inercia contractiva de finales de 2012. Pero no son peores que los cosechados en el último trimestre del año pasado, lo que puede interpretarse ya como un punto de inflexión, como una inicial estabilización de la actividad empresarial, pese a que la demanda de consumo de bienes y servicios no ha dejado todavía de descender. Lógicamente, el anclaje cada vez más importante que las corporaciones cotizadas tienen en el exterior compensan este defecto y equilibran unas cuentas que, de anclarse solo en el territorio nacional, contendrían unos números más rojos que negros.

El agregado de los beneficios registrados está parcialmente condicionado por la intensiva provisión de recursos en los balances empresariales en 2012, sobre todo los bancos. Por ello, este año serán cuantitativamente mejores, pese a que sigan arrastrando el bardo de la crisis en España, donde siguen concentrando un volumen importante de las ventas. De hecho, la facturación agregada registra descensos interanuales en el trimestre que se mueven en una horquilla del 10% al 15%, la misma proporción en la que avanzan las cifras de negocio en el exterior, sobre todo en Latinoamérica en empresas tan grandes como Telefónica. Este comportamiento cambiará poco el resto del año, aunque los analistas sí admiten que las cuentas generadas en España, como la economía nacional, irán de menos a más. Son lo bastante buenas como para justificar las valoraciones de las empresas en Bolsa, pero no parecen ser suficientes como para desatar una oleada alcista en las cotizaciones, puesto que, aunque los precios siguen siendo atractivos, las expectativas de crecimiento de la economía española son modestas.

Casi todas las empresas han intensificado en los últimos trimestres los cambios en la gestión precisos para sanear los balances y para extremar el crecimiento potencial de sus cuentas de resultados en el medio y largo plazo. Han desapalancado su actividad desde el punto que su deuda no era financiable con los ingresos regulares y han apurado cuanto han podido los ahorros en sus costes, utilizando en buena parte la flexibilidad incluida en las normas en los últimos meses. Todo ello ha incrementado la eficiencia en todos los sectores, y ha posibilitado los ajustes precisos para poner en la mejor de las disposiciones los balances para volver a competir cuando la demanda las ponga a prueba, y poder devolver a los socios financieros (accionistas) en efectivo la confianza depositada durante esta interminable crisis.

Si los precios de las acciones recogen antes o después los réditos es una cuestión menor, aunque cada vez más porcentaje de población haya depositado en la participación en empresas la rentabilidad de sus ahorros. La que no es menor es la consolidación de negocios que proporcionen beneficios crecientes, porque con ellos están garantizados los retornos a los socios. Y para ello, las empresas deben proseguir en la adaptación de las nuevas condiciones de los mercados, diversificando geográficamente cuotas crecientes de negocio para diluir el riesgo, y ganando porciones en España cuando llegue la recuperación.

No todo está en manos de los gestores de las compañías. Desde luego que deben contar con la complicidad de la Administración, pues de su política dependen muchas variables que mueven las cuentas de resultados. Debe apurar las reformas para flexibilizar el acceso a los factores de producción, así como el desarrollo de todos los mercados de bienes y servicios, de tal forma que, conectados todos, logren abaratar la financiación, ahora auténtico nudo que contiene el crecimiento de la economía, tanto en su precio como en su cantidad. Si el desempeño de las empresas grandes mejora, arrastrará a las pequeñas, y todas juntas activarán el empleo.

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