La compleja tarea que afronta Sareb
Tras cinco meses de funcionamiento, el Sareb o banco malo prepara una potente estrategia comercial para completar el objetivo para el cual se creó: la venta de los activos inmobiliarios procedentes de la reestructuración del sector financiero. La hoja de ruta que ultima el banco malo incluye desde road shows internacionales –la semana pasada la entidad se estrenó ante Wall Street– a la contratación de bancos de inversión y el contacto con las grandes aseguradoras europeas, especialmente las nórdicas. La labor encomendada a Sareb no es en absoluto sencilla: dar salida cuanto antes a los 50.449 millones de euros que ha recibido de los balances de la banca nacionalizada, así como de aquella que ha recibido inyecciones de fondos públicos, y proporcionar una cierta rentabilidad a sus accionistas. Dentro de ese plan estratégico, para el cual han comenzado a efectuarse los primeros contactos, tienen cabida diferentes opciones de comercialización. Es el caso de las denominadas FAB, Fondos de Activos Bancarios, es decir, paquetes de inmuebles o créditos para ofrecer como inversión. Otra de las posibilidades son los grandes fondos de pensiones europeos, especialmente de grandes compañías del sector farmacéutico o de telecomunicaciones, las cuales realizan aportaciones anuales al fondo de pensiones de sus empleados e invierten estos en un horizonte a muy largo plazo.
Más allá de cuál sea la fórmula elegida, la entidad que preside Belén Romana tiene un horizonte temporal tasado de 15 años de duración para llevar a cabo la labor que se le ha encargado. El hecho de disponer de ese plazo, sin embargo, no implica agotarlo. El derrumbamiento del sector inmobiliario y la elevada factura que esa caída ha traído consigo constituye un pesado lastre que nuestra economía debe digerir cuanto antes. Se trata de una tarea ingente que ha de realizarse en el entorno de un mercado en horas bajas y una economía en crisis. Solo en el capítulo del ladrillo terminado, Sareb cuenta con una cartera de 76.000 inmuebles, mientras que en suelo la cifra roza casi los 15.000. Capítulo aparte merece el grueso de los activos que han sido traspasado a la entidad, dos tercios del total, que integran activos financieros y préstamos a inmobiliarias y promotores. Todo lo que se pueda hacer para obtener la mayor rentabilidad de esos activos debe ser bienvenido. Pero no conviene perder de vista que el papel que debe jugar el Sareb tiene que delimitarse con la mayor dosis de agilidad y pragmatismo posibles, lo que incluye, si fuese necesario, rebajar los precios de los activos lo suficiente como para poder amoldarse a la dureza de la coyuntura que vivimos. Los tiempos dorados del ladrillo en España ya son historia. Lo que ahora toca es liquidar de forma eficiente, ágil y con una rentabilidad razonable el lastre que nos han dejado los excesos del pasado.