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Columna
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La cuestión está en una buena dirección

Más presión para JP Morgan. La última amenaza para la junta directiva del banco estadounidense llegó el martes a través de la consultora Glass Lewis que, como Institutional Shareholder Services, asesora a los inversores en sus votaciones en las juntas anuales. Ambas firmas están ahora discutiendo la posibilidad de dividir los papeles de presidente y consejero delegado en JPMorgan.

Hace un año, hacer a Jamie Dimon renunciar a uno de estos dos títulos habría sido un acto profundamente punitivo. Hasta hace poco no había entonado el mea culpa por el caso whale trade, en el que se vio envuelta la entidad y que le hizo perder 6.000 millones de dólares.

Esta vez parece diferente. Si bien no hay duda de que el caso sirvió como recordatorio de la complejidad de JPMorgan, se ha producido un cambio notable entre el público inversionista estadounidense sobre los méritos filosóficos y prácticos de nombrar a presidentes que pueden ayudar a guíar –y sí, contratar y despedir– a consejeros delegados.

Los ejecutivos ven un castigo en la separación de las funciones de presidente y consejero delegado

Con pocas excepciones, los ejecutivos y sus consejos ven la separación de ambas funciones como un castigo. Algo parecido sucedió en Bank of America y en los desaparecidos Wachovia y Washington Mutual durante la crisis financiera, en los que se tomó la decisión de despojar de su título a un ejecutivo de bajo rendimiento en lugar de ayudar al consejero delegado proporcionándole un presidente capaz de dar cobertura a reguladores y accionistas.

Si la mayoría de los accionistas de JPMorgan se deja llevar por ISS y Glass Lewis se verá en un par de semanas –el año pasado un 40% votó a favor de dividir los roles de presidente y consejero delegado–. Imperial o no, Dimon ha sido relativamente un buen administrador. Un cambio en el título por sí solo sería una extraña razón para acelerar su sucesión.

Con el tiempo, todas las grandes compañías deberían estar gobernadas por un presidente que pueda tomar, como dice Warren Buffett, la decisión sobre si quien ocupa el lugar de consejero es el idóneo.

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