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Columna
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La luna de miel rusa de BP

BP está disfrutando de una especie de luna de miel en Rusia. Los primeros resultados trimestrales que arroja la principal compañía energética de Reino Unido como propietaria del 20% de la petrolera estatal rusa Rosneft muestran una estrategia de cambio de rumbo que se está acelerando. Las acciones de BP subieron más de un 3% el martes dado que el beneficio subyacente superó las estimaciones de la mayoría de los analistas. Pero esta luna de miel no será el punto y final. La gestión que de esta situación haga el consejero delegado de BP, Bob Dudley, puede conducir a la compañía a la grandeza o a la mediocridad.

Rosneft compró la participación de la empresa britániza en el tercer productor ruso TNK-BP, lo que se convirtió en la gran noticia del último trimestre. Pero los extraordinarios resultados vinieron principalmente de producciones más rentables como las de Angola, el Golfo de México y el Mar del Norte. El beneficio a costes de sustitución ajustados, medida de rendimiento preferida de la industria, fue de 4.200 millones de dólares, por debajo del año anterior, pero muy por encima de la previsión media de los analistas que rondaba los 3.300 millones. Parece que la estrategia de BP de reducir de su cartera para concentrarse en proyectos de mayor margen está empezando a dar buenos resultados.

Las acciones de la petrolera siguen sufriendo por la incertidumbre sobre el coste final que tendrá del desastre del Golfo de México en 2010. Pero también puede que su baja cotización se deba a la inquietud sobre los nuevos compromisos rusos de la empresa.

El presidente de Rosneft, Igor Sechin, quiere transformar al gigante con sede en Moscú en un productor mundial de petróleo. Ello podría arrastrar a los inversores de la petrolera a una campaña hostil entre los accionistas. En teoría, BP debe tener cierta influencia sobre su nuevo socio y Sechin ha prometido a la compañía dos puestos en el consejo Rosneft y el acceso a los proyectos rusos. El desafío de Dudley –y la clave de la relación con Rusia– es convertir esas promesas en influencia real.

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