Rodolfo Langostino ¿también tú?
Pescanova es un clásico de los hogares españoles. Varias generaciones han crecido consumiendo congelados de la compañía gallega mientras veían en televisión al Capitán Pescanova o a Rodolfo Langostino y escuchaban el eslogan Lo bueno sale bien. Por eso la crisis actual del grupo presidido por Manuel Fernández de Sousa afecta profundamente a la confianza del consumidor español. Entidades financieras y responsables políticos han sido señalados por traicionar la confianza de inversores y votantes españoles, pero, Rodolfo Langostino, ¿también tú?
Si los problemas de Pescanova se hubieran limitado a los provocados por la falta de financiación o la caída del consumo, o incluso a una inversión fallida o a un error de gestión, no habría más que lamentar las graves consecuencias de la crisis económica. Pero en el caso de Pescanova parece haber algo más, como así se ha encargado de sugerir la propia compañía en comunicados incendiarios enviados a la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Como el del día 12 de marzo en el que informaba de haber “detectado discrepancias entre nuestra contabilidad y las cifras de deuda bancaria, discrepancias que pudieran ser significativas y que estamos en proceso de revisión”.
O los comunicados enviados por accionistas del grupo entre los días 14 y 18 del mes pasado, en los que Grupo Damm (con el 6,1% de Pescanova), el fondo Luxempart (con el 5,8%) y la sociedad Iberfomento (sin acciones del grupo) desmentían otro enviado por Pescanova y firmado por el presidente en el que se aseguraba que el consejo de administración “por unanimidad” había acordado mantener las lineas de financiación.
Que los 45 bancos acreedores de Pescanova decidieran contratar los servicios de la consultora KPMG y del despacho Freshfields para escudriñar las cuentas de la empresa es otra señal que motiva la desconfianza que ahora mismo genera Pescanova.
Que la compañía contratara los servicios del grupo estadounidense Houlihan Lokey como asesor financiero y que cinco días después dejara en suspenso dicha contratación, una señal más.
Que Manuel Fernández de Sousa abandonara la presidencia de varias filiales de Pescanova pocas semanas antes de que todo estallara, entre ellas las de Novapesca Trading, con una deuda con empresas del grupo superiores a los 585 millones, otra más.
El grupo informó el viernes de madrugada, en el mismo comunicado en el que anunció su decisión de solicitar entrada en concurso, sobre su intención de contratar un auditor forense para revisar los estados financieros del pasado ejercicio y revocar el nombramiento de BDO Auditores como auditor de sus cuentas. Lo que ya no es una señal, es un luminoso que advierte de que los problemas de Pescanova no se explican sólo acudiendo al manido argumento de la crisis.
Una compañía contrata los servicios de un auditor forense cuando tiene sospechas de la existencia de irregularidades en sus cuentas. Si en lugar de en España estuviéramos en Estados Unidos, en vez de hablar de posibles “irregularidades” a la hora de explicar qué busca un auditor forense en las cuentas de una compañía, hablaríamos de presunto “fraude”.
Fuentes financieras consultadas por este diario han manifestado su temor a que la deuda real del grupo supere los 2.500 millones de euros, frente a los 1.522 millones que Pescanova decía tener de deuda en el tercer trimestre de 2012.
Mil millones de euros “es un agujero demasiado grande como para pasar desapercibido entre responsables y auditores del grupo, es un elefante”, comentaba el viernes un reconocido consultor a este diario. ¿Tenían los españoles un elefante en la nevera y no lo sabían?