Los excesos no conducen a nada
No cabe la menor duda de que poner orden en el mundo de la energía en España y dotarle de un marco regulatorio sensato, compensado y estable es una labor compleja. Prueba de ello es la casi inacabable lista de Gobiernos, ministros y secretarios de Estado que han fracasado en el intento. Conjugar las energías que nacen de las fuentes tradicionales con las de nuevo cuño o los intereses de empresas, accionistas, consumidores y votantes no es sencillo. Pero esa dificultad no vale como excusa para permitirlo todo. Y eso debe entenderlo el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, antes de hacer acusaciones veladas contra una empresa como Endesa. Se excede y equivoca cuando sostiene que el conflicto del carbón o el futuro de la nuclear de Santa María de Garoña están en el alero debido a una falta de comunicación con Endesa porque es una empresa “de otro país”. Es cierto que el dueño de Endesa es la italiana Enel, pero no lo es menos que la eléctrica presidida por Borja Prado no ha dejado ni un momento de defender sus raíces ni su apuesta por España. Este extremo es, en cualquier caso, un asunto casi menor. No lo es que cargos relevantes de la Administración usen argumentos con tan escaso peso en debates tan trascendentales. Queda tiempo para rectificar y dialogar. Hay demasiado en juego.