Italia, el huracán silencioso.
Italia continúa en el centro de las incertidumbres. El ultimátum de Bersani al líder Movimiento 5 Estrellas (Grillo) para que apoye un gobierno provisional o "todos nos iremos a casa", y que no ha sido contestado, pone más cerca la posibilidad de unas nuevas elecciones (repitiéndose así el mismo esquema de Grecia hace ahora casi un año). En una entrevista en la RAI, Bersani subrayó su oposición tanto a otro gobierno tecnócrata como el Monti[1], o una gran coalición con Berlusconi, dificultando así el margen de maniobra del aparente vencedor de las elecciones.
No obstante, lo problemático no es la situación de bloqueo actual, sino cómo es posible que se haya llegado ésta situación. Qué responsabilidad tenemos todos y, por último, como de extendido está el problema (y no me refiero a Italia, sino a todo el mundo). Tarde o temprano, tendremos que contestar a todas estas preguntas.
No sorprende el apoyo a Grillo. A la postre, la sociedad esta hastiada de supuestos hombres “sabios” cuya clarividencia en ver el problema y, tras cinco años, de buscar una solución ha sido nula. Entre un tonto real y un listo fingido, siempre es más atractivo, el primero. Más de ocho millones y medio de votantes (más del 25% del total) nos han dado una señal. Pero entenderlo no es compartirlo, sobre todo si ésta respuesta al problema no es inocua. Detrás de Grillo, no ha aparecido un plan, solo quejas. Podríamos incluso decir que muy justas, pero no soluciones y es lo que necesitamos. Una vez digerido el éxito no hemos visto más que un proyecto hueco y vacío que será incapaz de aportar soluciones. Se construye a través de la negación de lo político y de Europa. No hay espacio para el razonamiento o la negociación sino para la búsqueda de un chivo expiatorio (hoy Bersani, Merkel y el euro, mañana otro cualquiera) que logre aplacar el cabreo general.
Por el contrario, el voto a Berlusconi, acorralado por múltiples procesos judiciales por corrupción, por escándalos de todo tipo y con un discurso repleto de promesas (ya hechas en otras ocasiones e incumplidas) mentiras patológicas y engaños permanentes, amparado solo por una imagen de empresario de éxito y un atractivo mediático, no es excusable pues une la ignorancia a la perfidia. Es un intento de salir del embrollo por la misma puerta que nos ha metido en el lio, y eso no parece inteligente. Los algo más de 10 millones de votos logrados por Berlusconi no sirven ni como alerta, solo como grado de despiste general de la población.
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