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Antony Jenkins, CEO de Barclays

El ético de una nueva banca

Buscando una revolución tras la catarata de escándalos, el consejo de Barclays nombró consejero delegado a alguien que dice priorizar al cliente sobre el beneficio

Antony Jenkins
Antony JenkinsHogue

La gran banca mundial no atraviesa su mejor época, ni en resultados ni, sobre todo, en reputación. Uno de los mayores ejemplos de ello es Barclays, que esta semana presentaba pérdidas de 276 millones en 2012 y que ha sido protagonista de algunos escándalos de cierta magnitud. La catarsis resultaba imprescindible si la entidad quería salir de una espiral de autodestrucción que la mantenía enfrentada con las autoridades antifraude británicas, con sus accionistas y con la opinión pública. Los cambios comenzaron en verano, con dimisiones y nombramientos en los principales puestos de gestión, y con la convicción de algunos de ellos de modificar las cosas. Por ejemplo, la del consejero delegado Antony Jenkins (Manchester, 1961), quien enfrenta la tarea de cambiar de arriba abajo una entidad que, desde hace tiempo, está bajo sospecha.

El escándalo de la manipulación del líbor, que le ha costado 363 millones de euros, o las investigaciones de la oficina antifraude británica por la relación del banco con sus inversores cataríes son algunos de los puntos negros que ha heredado Jenkins, responsable del área de banca minorista durante esos años, junto a un negocio deteriorado y que tachó al cliente de su lista de prioridades. Esa es la primera tarea del consejero delegado, conocido en Reino Unido como el 'chico bueno de la banca', y que desde que lidera la gestión de Barclays no ha parado de insistir en unos principios alejados de la concepción que hoy en día tiene la opinión pública del sector: una banca ética y socialmente responsable que vuelva a situar al cliente en el centro de sus actuaciones. «Estamos cambiando la manera en que hacemos las cosas. No hay vuelta atrás».

Jenkins quiere romper con el pasado de Barclays. Huye de una gestión centrada en los beneficios a corto plazo y que, según reconoce en una carta enviada a sus empleados a principios de año, «no está conectada con las necesidades de nuestros clientes y de la sociedad». En su plan estratégico presentado esta semana, con el que quiere sentar las bases del banco para la próxima década, lo deja claro, y no solo con la inclusión de un nuevo código ético. Elimina la división de mercados de capitales estructurados, que guiaba a empresas a reducir su factura fiscal y que generaba 1.000 millones de libras de beneficio al año. Un paradigma de la deriva del banco en la última década: más beneficios a costa de negocios éticamente discutibles. El plan de negocio incluye recortes en los gastos que implicarán 3.700 despidos, 1.100 de ellos solo en España.

Nacido en Manchester, criado en Stoke y estudiante de Oxford, donde cursó el triple grado de Filosofía, Política y Economía, Jenkins ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Nueva York como responsable desde 1989 del área de tarjetas de crédito de Citigroup. En 2006, Barclays, en donde trabajó tras graduarse, le reclamó para reflotar Barclaycard, que volvió a ser rentable con su particular modelo de gestión. En 2009 fue designado responsable de la banca minorista del grupo.

Jenkins representa lo contrario a su antecesor, Bob Diamond: no es especialista en banca de inversión, no busca los focos de la prensa, no se rodea del star-system americano y, como destaca la prensa local, el hecho de ser británico es un punto a favor. Con él, Barclays busca seguridad en unos años que serán complicados para el sector, con un carácter mesurado, apacible, que no necesita levantar la voz para defender sus propuestas.

Además de ser el chico bueno de la banca, también se dice que es un banquero 'con los pies en el suelo'. A ello puede que contribuya su afición por el maratón, que le sirve de experiencia inmejorable para la carrera de fondo que acaba de comenzar y que, además, está repleta de obstáculos. El primero ha sabido esquivarlo: renunció a la prima que le correspondía por 2012, que podría haber sido de 2,75 millones de libras, que se sumarían a un salario fijo de 1,1 millones.

Como todo maratoniano sabe, el duro trabajo diario y los sacrificios son imprescindibles para completar el recorrido. Esa lección ya la tiene bien aprendida Antony Jenkins, que puede liderar no solo la transformación de Barclays, sino la nueva forma de hacer banca que debe surgir tras la reestructuración: libre de escándalos y con el cliente como prioridad, no como enemigo. Así será si impone su visión ética del negocio. Un maratoniano no se rinde hasta la meta.

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