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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Francia no debe ser diferente

El comportamiento de las economías de la eurozona durante el último trimestre de 2012 ha desfraudado expectativas. Todos los países que forman la moneda única, a excepción de Eslovaquia y Estonia, cerraron el ejercicio con una caída del PIB. Los dos motores de Europa -Alemania y Francia- también han retrocedido, con un crecimiento del 0,7% en el caso de Berlín y un avance nulo en el de París. La eurozona cerró el año con seis de sus diecisiete miembros en recesión, además de Grecia y Eslovenia, que no han actualizado aún sus datos. Ese oscuro retrato revela la extrema debilidad de la actividad económica en Europa -pese a que las previsiones apuntan a una incipiente recuperación en la última parte de año- y amenaza con abrir una brecha en la disciplina de cumplimiento de los objetivos de déficit. A Francia le ha faltado tiempo para advertir que no podrá cumplir sus compromisos y para pedir un aplazamiento. En ese sentido, no hay duda de que las políticas de austeridad tienen un efecto contractivo en la actividad económica, pero se trata de un ejercicio necesario para mejorar la competitividad europea. Un ejercicio cuya dureza ya han testado varios estados miembros -España entre ellos- y del que no existe motivo alguno para excluir a una Francia que no debe ser diferente y ha de cumplir como todos.

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