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Columna
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Un ejemplo más allá de la Iglesia

La Iglesia católica se construye en la tradición. Sin embargo, su doctrina y su práctica también evolucionan a través de los siglos. La renuncia del papa Benedicto XVI pone en primera línea la descripción del puesto pontifical. En teoría, los papas siempre han tenido permitida la renuncia, pero la última vez que alguien lo hizo fue en 1415. Desde entonces, los católicos han observado cada vez más el puesto de ministro de Dios un rey cuya autoridad perdura mientras viva.

El predecesor de Benedicto XVI, Juan Pablo II, no era monárquico y prefirió ser "siervo de los siervos de Dios" a otros títulos pontificios. Pero decidió aguantar en el cargo hasta el final, incluso cuando su salud estaba visiblemente deteriorada. Benedicto, un teólogo distinguido, ha obrado de otra manera. Ha dicho que "en el mundo de hoy, tanto la fuerza de la mente como del cuerpo son necesarias" para ejercer el puesto. Lo dejará a finales de mes, antes de las agotadoras obligaciones de la Semana Santa y también mucho antes de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, una prueba de resistencia épica con millones de jóvenes.

El Papa, obispo de Roma, actúa así como cualquier otro obispo católico o cualquier buen político o líder corporativo responsable, dando un paso al costado cuando siente que no puede cumplir con las exigencias de su trabajo. Debería llevar a la reflexión a otros líderes de elevada edad del mundo secular. Su estatus real exime a la reina Isabel II, aunque conserva la capacidad de decisión, pero otros magnates, como Rupert Murdoch o Warren Buffett, podrían seguir el ejemplo papal de preguntarse a sí mismos si siguen estando preparados para un servicio adecuado de sus tareas. Si esa reflexión lleva a estos hombres a poner sus imperios en manos más jóvenes, se beneficiarán de seguir otra parte del ejemplo del Papa. Cuando Murdoch o Buffett piensen si es oportuno "pedir perdón por todos mis defectos" entonces realmente el mundo habrá cambiado.

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