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La Santa Sede prepara una despedida con presencia de líderes mundiales

La renuncia por sorpresa del papa Benedicto XVI conmociona al mundo

El papa Benedicto XVI, de 85 años, anunció ayer en una ceremonia de canonización en el Vaticano que dejará su cargo el próximo 28 de febrero por motivos de salud. Es una decisión histórica, cuyo último precedente se produjo en 1415 durante el Pontificado de Gregorio XII.

El Papa Benedicto XVI
El Papa Benedicto XVIReuters

Al Papa Benedicto XVI le faltan "las fuerzas" para seguir al frente de la Iglesia católica. Ayer, durante la ceremonia de canonización en el Vaticano de 800 mártires italianos y dos beatas latinoamericanas, él mismo anunció que ya no le acompaña el vigor necesario "tanto del cuerpo como del espíritu" para seguir ejerciendo la tarea que le fue encomendada y que, por eso, desde el 28 de febrero a las ocho de la tarde renunciará al ministerio de obispo de Roma. A partir de entonces deberá ser convocado el cónclave para elegir a un nuevo Sumo Pontífice y el Vaticano ya ha anunciado que confía en tener relevo para Semana Santa.

El Pontífice de origen alemán, de 85 años, se ve "incapaz" de gobernar una barca, la de San Pedro, de 1.200 millones de almas, en un mundo "sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe". Grandes líderes políticos y económicos mundiales como el presidente de los EE UU, Barack Obama, la canciller alemana, Angela Merkel o el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, se apresuraron a mostrar su respeto por la decisión. Mientras el recientemente dimitido primer ministro italiano, Mario Monti, reveló sentirse "muy turbado" por el anuncio de Benedicto XVI, Obama quiso destacar el "papel crítico" que la Iglesia juega en su país y deseó lo mejor para "aquellos que pronto se reunirán para elegir a su sucesor". Merkel apeló al patriotismo al subrayar "el orgullo" de haber contado con un Papa alemán "por primera vez en cientos de años".

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, reveló que, aunque el anuncio del Papa les ha cogido por sorpresa y que ni los más cercanos al Pontífice conocían la decisión, se trata de una "decisión personal" meditada durante meses y que no tiene que ver con el padecimiento de ninguna enfermedad. El padre Lombardi, que explicó que el Papa se va a retirar a una vida de oración en un convento de monjas de clausura, también anunció que éste no teme que se produzca ningún cisma potencial en la Iglesia como consecuencia de su renuncia.

Fue el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy el que, en un escueto comunicado, más se involucró con la decisión del Papa: "Su pontificado ha sido breve pero muy difícil". No quiso aclarar, sin embargo, si las grandes cuestiones a las que se refirió el Santo Padre -y que poca relación guardarían con el ministerio de la fe- tienen que ver con el caso Vatileaks, que se saldó, el pasado noviembre, con la condena a 18 años de prisión de su mayordomo personal, Paolo Gabriele, acusado de robar su correspondencia secreta, que destapaba las luchas de poder en la cúpula de la curia vaticana.

Lo que sí es incuestionable es que esa no es la única dificultad a la que se ha tenido que enfrentar el Papa desde que tomó las riendas de la Iglesia en abril de 2005. Ocho años de papado, en los que Benedicto XVI se ha visto salpicado por los repetidos casos de pederastia infantil cometidos por el clero o un grave enfrentamiento con el mundo musulmán, por sus declaraciones públicas sobre el profeta Mahoma.

La renuncia de Benedicto XVI se trata de un acto que cuenta con escasos precedentes en la historia de esta milenaria institución y habría que remontarse a comienzos del siglo XV para encontrar un caso similar: la dimisión de Gregorio XII, forzado por la situación de una Iglesia dividida durante el denominado el cisma de Occidente. En numerosas ocasiones se ha señalado públicamente desde el Vaticano que el oficio de Papa no tiene nada que ver con el de director de una empresa o el de soberano de un Estado, y que no podía dimitir porque su misión espiritual era totalmente ajena a las cuestiones de la efectividad empresarial o política. Lo que ha quedado claro ahora es que Benedicto XVI no comparte ese criterio.

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