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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reconstrucción de un país empobrecido

La ola de destrucción de empleo y empobrecimiento que la crisis económica ha producido en España se refleja de forma inequívoca en los datos que maneja la Agencia Tributaria. Las últimas estadísticas de Hacienda sobre IRPF -que reflejan rentas percibidas en 2011 y declaradas en 2012- revelan que por primera vez desde que se inició la serie histórica el sueldo medio en España descendió respecto al ejercicio anterior y se situó en 22.642 euros. Las razones que explican esta rebaja son sustancialmente dos.

Por un lado, los trabajadores españoles que mantienen sus empleos han sufrido recortes en sus salarios; por otro, el peso de pensionistas y parados en la tarta del IRPF alcanza ya el 42% de los contribuyentes del impuesto que perciben algún tipo de renta. Por contra, el número de trabajadores por cuenta ajena representa el 58% del total, un porcentaje que antes de la crisis era del 67%. Las cifras lo dicen todo: tres de cada diez contribuyentes no perciben ni siquiera el salario mínimo, que en 2011 era de 8.970, 60 euros al año y que para 2013 se ha establecido en 9.034,2 euros. Este oscuro panorama ha perjudicado notablemente el flujo de ingresos de la Agencia Tributaria. Para paliar esa caída libre en las arcas del Estado, el Gobierno ha tenido que tomar la decisión de subir los impuestos y de eliminar progresivamente los beneficios fiscales de que disfrutaban los contribuyentes, desde la rebaja de los 400 euros hasta la deducción por compra de vivienda o el cheque-bebé. Todo ello en una coyuntura que une tres factores especialmente virulentos: una insostenible tasa de paro, un consumo bajo mínimos y un mercado de crédito congelado.

En ese contexto, muchos españoles que conservan sus salarios se han visto obligados a aceptar -o previsiblemente lo harán en breve- rebajas de sueldos y de beneficios sociales, mientras el número de desempleados que ha agotado su prestación se dispara de forma alarmante. Desde el punto de vista de la eficiencia tributaria y a la espera de que llegue una recuperación económica que aún no es fácil vislumbrar, Hacienda tiene como único recurso tratar de aumentar el control tributario y luchar con todos los medios disponibles para reducir el fraude fiscal. Mientras, a España le aguardan todavía tiempos duros, complejos y sacrificados.

Aunque hay quienes aprecian ya algunos signos esperanzadores, todavía es pronto para hablar de un cambio de tendencia. Si 2012 fue el año de las grandes reformas y los grandes recortes, 2013 se presenta como un ejercicio en el que comenzarán a verse poco a poco los efectos de los cambios estructurales efectuados tanto en el mercado de trabajo como en el sector financiero, entre otros, así como la ocasión de continuar con ese esfuerzo reformista. No será fácil y tampoco será rápido. Construir y, sobre todo, reconstruir siempre ha sido una tarea mucho más ardua que destruir o derribar.

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