Autocomplacencia extrema
Nuestra gran preocupación en estos días previos al inicio de 2013 es la actual y extraña combinación de autocomplacencia extrema en torno a los riesgos que suponen las decisiones políticas a gran escala. Unas decisiones fundamentadas en alargar y disimular, mientras, al mismo tiempo, observamos una rápida aceleración de las tensiones sociales que podrían amenazar la estabilidad política y, finalmente, la de los mercados financieros. Nuestros llamamientos de esta última época a favor de una crisis al estilo de un incendio forestal, que sería corta y atemorizante pero establecería unas condiciones prósperas para poder avanzar, se han topado con una respuesta coherente desde una perspectiva histórica: un cambio real solo se produce como resultado de las exigencias de la guerra.
Antes de tildarnos de agoreros y pesimistas, permítannos señalar que, desde una perspectiva económica, ya contamos con condiciones financieras de tiempos de guerra: la carga de la deuda y el déficit fiscal del mundo occidental alcanzan niveles que no se registraban desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Puede que no estemos luchando en las trincheras, pero pronto estaremos batallando en las calles. Continuar por la senda de las políticas de alargar y disimular es continuar privando de derechos a amplios grupos de la población, y, en concreto, a los jóvenes, que serán quienes nos cuiden cuando lleguemos tambaleantes a la edad de la jubilación. No podremos culparles si no son un ejemplo de generosidad. Dicho de otro modo, no corremos el riesgo de encontrarnos con una confrontación armada, sino más bien con una lucha entre la generación joven y maltratada y los vejestorios, que consideran que tienen derecho a toda la riqueza de la sociedad y a recurrir a cualquier medio para defender su statu quo. De alguna manera, volvemos a la década de los 60, aunque el conflicto es más profundo y está tan arraigado en la economía como en la política: el 1 por ciento frente al 99 por ciento, para tomar prestada la forma más común de preparar los frentes de batalla. Ocupar Wall Street fue un mero aperitivo y una advertencia remota y temprana del fenómeno. Pronto llegarán los entrantes y los platos principales si no optamos por otro camino.
Todo ello nos lleva a creer que, en 2013, la sociedad europea va ir inclinándose progresivamente hacia un mayor radicalismo y la extrema izquierda y la extrema derecha van a ir ganando terreno recurriendo a todos esos votantes desesperados y privados de derechos que tienen muy poco que perder si responden a sus mensajes. La clase política dominante hoy día en Europa se fundamenta en el vacío ideológico. Nunca ha demostrado que entendiese a la parte "representativa" de una democracia representativa.
La economía macroeconómica no ha reservado munición para mejorar el sentimiento. Solo nos queda rezar y pedir que mañana sea mejor que hoy, tras darnos cuenta de que las políticas macroeconómicas actuales son como empujar una cuerda, ya que no hay un verdadero descubrimiento de precio en el mercado. Hemos quedado reducidos a una panda de observadores de bancos centrales, a la caza únicamente de la siguiente dosis de liquidez, como si se tratara de una multitud de adictos a la heroína. Tenemos un capitalismo proforma con un totalitarismo de mercado de facto. Por favor, ¿pueden devolvernos nuestros mercados libres?
Si echamos un vistazo a nuestra lista de las "10 predicciones más sorprendentes", es cierto que alguna de ellas no parece particularmente sorprendente, pero no debemos olvidar que contamos con una volatilidad extremadamente reducida en todos los tipos de activos por la falta de descubrimientos de precios reales. En una coyuntura como ésta, casi cualquier movimiento más allá de dos desviaciones estándar se considera sorprendente, puesto que sugiere que los totalitarios están perdiendo fuerza.
A medida que se acerca el final del año 2012, el consenso va acordando una subida previsible del 10 por ciento en el S&P 500, y ni un solo analista prevé una caída en el mercado en 2013. No recuerdo un nivel similar de autocomplacencia desde el año 2000, cuando todos los que me rodeaban dejaron su trabajo con la esperanza de hacer una fortuna a base de trading diario. Si hay algo que nos enseña la Historia es que rara vez aprendemos de verdad sus lecciones.
Steen Jakobsen. Economista jefe de Saxo Bank.