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Columna
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Los dos retos para Europa

La crisis del euro se convertirá en una crisis europea en 2013. La supervivencia de la moneda única ya no está en cuestión, pero las economías europeas, después de dos años de una paralizante y contracíclica austeridad, están estancadas. Además, la pregunta no es tanto si un país abandonará el euro, sino si la integración de la eurozona conllevará la salida de un país no miembro de ésta de la Unión Europea.

Incluso si los líderes de la eurozona entran en razón, pagarán el precio de dos años de devoción por los recortes y la austeridad: en el arsenal de medidas desplegadas para salvar al euro, es la única que no ha funcionado. Los gobiernos europeos han creado dos fondos de rescate, rescatado tres países de la eurozona y recapitalizado bancos. Se ha reestructurado la deuda griega dos veces. El BCE ha inyectado fondos baratos en el sistema bancario, y ha prometido hacer "lo que sea necesario" para mantener unida la moneda común.

Pero los gobiernos han socavado estos esfuerzos obsesionándose con la disciplina fiscal, y se nota. Después de haber caído un 0,4% en 2012, las economías de la eurozona en su conjunto se estancarán el año que viene. Pocos se saldrán de una leve contracción o un crecimiento mínimo.

En un escenario optimista, donde la razón prevaleciera, los líderes de la eurozona en 2013 empezarían a actuar. Diseñarían políticas conjuntas destinadas a estimular el crecimiento y reducir el desempleo. No solo será esperar a los futuros beneficios de las reformas estructurales, la mayoría de las cuales acaban de implementarse.

Mientras, las poderosas fuerzas centrales están apartando a los países no miembros de la eurozona de la UE. Algunos de ellos, como el Reino Unido, nunca la vieron como más que un "mercado único". Pero si se convierte en una elección entre una UE más pequeña y una unión monetaria más fuerte, es fácil deducir lo que elegirían los gobiernos de la eurozona. 2013 pude ser el año en que esa elección se haga más clara.

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