El refugio del dividendo en las inversiones
Las variables que determinan la inversión de los particulares son muy variadas y mutan en función del comportamiento de la economía y de su reflejo en los mercados financieros. El dividendo, que ha sido un asidero tradicional, ha perdido peso relativo como movilizador de las decisiones de los pequeños inversores, como consecuencia de lo prolongado de la crisis, que ha restado certeza a las cuentas de resultados de las cotizadas y a la distribución de los beneficios. Pero en un momento en el que los índices de cotización no dejan de descender (ahora están en lo que podemos considerar en España un mínimo cíclico en la renta variable), y en el que apostar por una revalorización determinada es un riesgo excesivo, aferrarse a un retorno vía dividendo es una salida airosa, aunque pueda parecer muy conservadora.
El problema surge cuando una recesión pertinaz castiga tanto los negocios que las garantías de generación de beneficios recurrentes y su distribución nadan en la incertidumbre. Ahora estamos cerca de ese mismo punto en el que los inversores barruntan que podría haber llegado el punto de inflexión en los precios de las acciones, y que el dividendo puede dejar de ser la referencia para renovar las apuestas de los particulares.
Los analistas de los mercados siguen con dudas acerca del comportamiento esperado de los índices, pese a que empiezan a apreciar que la recuperación de las cuentas de resultados puede estar cercana tras los ajustes producidos en los costes y el proceso, en absoluto concluido, del desapalancamiento financiero de las corporaciones. Por ello, incluso los más atrevidos con el riesgo siguen recomendando mantener o tomar posiciones en compañías que devuelvan en dividendos una parte de sus éxitos empresariales. Ese mestizaje entre expectativa de revalorización y corte del cupón sigue siendo la apuesta menos peligrosa, aunque identificar con certeza plena las empresas que mejor rentabilidad por dividendo van a proporcionar se ha convertido en un ejercicio también cada vez más difícil.
Amén de la pequeña trampa fiscal que supone la subida de los impuestos sobre los rendimientos del capital, que pueden llegar al 27% tras los retoques del Gobierno, poner el foco en compañías con ingresos recurrentes, en negocios en los que se muevan con régimen cuasi monopolístico, con poca deuda y carrera acreditada de distribución de sus beneficios entre los socios, supone tener retornos superiores a la inflación con garantías.
Mientras que 2012 registró sorpresas negativas en los pagos de dividendos, fundamentalmente por el recorte de grandes empresas como Telefónica, 2013 puede registrar un giro favorable por el retorno de los abonos precisamente de la primera empresa española de telecomunicaciones. Otra cuestión es si los pagos de las compañías se concretan en liquidez o en emisiones de acciones nuevas como fórmula de remuneración, tan extendida en los últimos años, especialmente por parte de la banca, de las eléctricas y energéticas e incluso de la propia Telefónica, aunque el socio minoritario tenga la opción final de elegir dinero en vez de títulos nuevos. En los 10 primeros meses de este año las cotizadas españolas han abonado a sus socios ya 24.000 millones de euros, contabilizando los pagos en nuevos títulos, y el récord se alcanzó en 2009, con algo más de 32.000 millones de euros, el 3% del PIB de España.
De hecho, en términos relativos hoy los pagos son ligeramente superiores al 50% de los beneficios obtenidos, y han mantenido una evolución creciente, con una pequeña caída en 2010. Las pistas que las empresas van adelantando para el próximo ejercicio mantienen la tendencia: pagos en torno al 50% de los números negros registrados, lo que supone para el inversor disponer de una certeza que no puede mantener respecto a la revalorización de los títulos. Con estas balizas, y pese a la situación tormentosa de una economía que seguirá en recesión en 2013, los inversores siempre contarán con el refugio del dividendo, en compañías con poca deuda, ingreso contantes y sonantes y acreditado calendario de pagos a sus socios. Y si hemos de considerar que en 2014 habrá crecimiento económico, seguramente las cotizadas enviarán señales inequívocas en 2013, con revalorizaciones importantes de algunos sectores.