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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El centro del mundo gira hacia Asia

Las crisis transforman profundamente las economías y las escalas de valores en infinidad de variables mutan vertiginosamente con ellas. Como la crisis financiera que arrancó en 2007 tenía naturaleza global, por más que su epicentro se situase en Estados Unidos, las transformaciones más visibles son del mismo carácter, y la más explícita de todas es la irrupción imparable de las economías asiáticas. Si en 2020 China habrá superado, por ejemplo, a Estados Unidos en volumen de producción, ya ahora las economías asiáticas han superado en cuota exportadora a la gran manufacturera europea. La naturaleza emergente y dinámica de las economías orientales ha terminado imponiendo un ritmo difícil de sostener para las vetustas y honorables, pero también perezosas, economías europeas.

Estas han tenido siempre un volumen de intercambios muy elevado, y Alemania ha ostentado hasta hace bien poco el honor del primer puesto en el ranking de exportadores mundial. Pero mientras han logrado incrementar notablemente las ventas entre los socios del euro, eliminando las barreras físicas y unificando en una sola moneda la parafernalia engorrosa de los tipos de cambio cruzados, ese salto cualitativo de la Unión Monetaria no ha logrado imponer su ritmo al resto del mundo. Es una moneda, el euro, de creciente uso como divisa de reserva, y es innegable que agrupa la zona de mayor concentración de riqueza del globo. Pero los problemas que ha arrastrado su construcción, con defectos en su sistema bancario, con asimetrías muy fuertes entre las productividades de sus países, y sin mecanismos de control fiscal y unificación de sus políticas de gasto e ingresos, etc., han desatado una crisis de profundidades no previstas, muy superiores a las de otras zonas monetarias, y ha retardado una solución para la misma bien acogida por los mercados financieros.

La falta de unidad de criterio político y el complicado juego de decisiones del que se han dotado las instituciones comunitarias no son ajenos a esta lenta aplicación de soluciones en Europa, que inevitablemente tiene reflejo en el desempeño de su economía. Todas las instituciones internacionales apuntan hoy a Europa como la zona del mundo que arrastra aún los pies y que puede poner en riesgo la recuperación del resto, sin olvidar lo artificioso de la solución lograda en EE UU a base de darle a la máquina de hacer dinero para enjugar crisis financiera y crisis fiscal.

Y España en medio, justo cuando las únicas esperanzas, o al menos las más cercanas, para la recuperación están puestas en la actividad exportadora. Una parte del mercado tiene una relación directa con la calidad de la oferta de bienes y servicios que proporciona España a sus compradores, sobre todo aquellos que se encuentran en la franja de calidad elevada. Pero otra, la que aún está por dinamizar, tendrá que buscar reflejo en las fórmulas ensayadas precisamente por los países más dinámicos del mercado, esos países asiáticos que con grandes inversiones en tecnología y precios muy agresivos, por disponer de costes muy agresivos también, han desplazado a la todopoderosa Europa de los puestos de honor del mercado mundial.

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