Rápido ajuste del empleo, pero lento de la deuda
La economía española dista mucho aún de estar cerca de la estabilización, y todas las variables que deben adelgazar en esta crisis de balances (del Estado, de las empresas y de los hogares) lo hacen ya a ritmos aceptables, aunque unas están más cerca que otras de la maduración. El cierre de los flujos de financiación de la economía desde el verano de 2011, que se manifiesta en hechos tan gráficos como una salida neta continua de fondos de España o una paralización en la concesión de crédito nuevo a los agentes económicos, ha precipitado, junto con los cambios normativos aprobados por el Gobierno en los primeros meses de este año (sobre todo el laboral), una caída acelerada del empleo, incluso más intensa que la propia producción, y el despegue del desapalancamiento de empresas y familias, que se había resistido hasta ahora.
Los dos fenómenos son dolorosos, especialmente el ajuste de las plantillas de las empresas, que envía cada día a miles de asalariados al desempleo. Pero sin una recomposición financiera de las empresas y las familias, así como un adelgazamiento de la oferta de bienes y servicios ante las brutales caídas de la demanda, no hay posibilidad alguna de reanimar la inversión y, sin ella, el consumo. Los datos del empleo de noviembre expresados en la afiliación a la Seguridad Social demuestran que los asalariados caen casi un 6% en tasa interanual, y dan a entender que el suelo no debe estar muy lejos, no más allá del primero o segundo trimestre de 2013.
Otra cuestión es si el punto de inflexión generará un rebote de la actividad suficientemente consistente como para recuperar los crecimientos del empleo, y con la intensidad que necesita un mercado exhausto, que tiene una tasa de desempleo del 25% y de hasta el 48% entre los jóvenes de menos de 25 años. El desapalancamiento financiero, sin embargo, camina con una lentitud desesperante, casi ligado al vencimiento vegetativo de las carteras de crédito en el caso de los hogares y de la ganancia de excedentes por parte de las empresas, que han destinado, según las pistas de la contabilidad nacional, toda la ganancia adicional arrebatada a los asalariados a reducir su deuda.
No es malo que el ajuste de las variables se haga de forma acelerada. Es la mejor forma de despejar antes el horizonte, algo a lo que no estamos acostumbrados en los conservadores países de Europa, y menos en España, donde la legislación maniata muchas veces las decisiones empresariales. Pero si a los dos aquí citados sumamos el que la banca ha emprendido con el amparo de Bruselas; un ímpetu reformista en 2013 no menor que el de 2012; un control estricto de ingresos y gastos públicos, y una campaña de presión ejemplarizante para que a las bajadas de los costes acompañen las de los precios, las bases del rebote estarán prestas para hablar de la recuperación.